o el día de la Revolución de Octubre...
La Revolución de Octubre, fue un golpe de estado contra el gobierno de Isaías Medina Angarita, llevado a cabo por una coalición de las Fuerzas Armadas y el partido político Acción Democrática.
CUARTEL SAN CARLOS, CARACAS |
Por: Guillermo Sáez Álvarez
Era un 18 de octubre de 1945. Los empleados de la Secretaría de la Universidad Central de Venezuela trabajábamos muy tranquilos cuando de repente alguien entró muy excitado a hablar con la Sra. María Luisa Soublette, secretaria para ese entonces y le dijo algo al oído.
Golpistas de 18-10-1945 |
Ella se levanta de su asiento también muy excitada y nos dice: - han dado la orden de que todos se marchen a sus casas de inmediato, pues parece, según me acaban de comunicar, han derrocado al Presidente y las cosas no andan muy bien, así que por la seguridad de todos es mejor que se vayan temprano. Los enviaré en la camioneta- (eran la 4 PM.)
De inmediato mis compañeros y yo nos dirigimos a la salida donde nos esperaba la camioneta que nos hacía el transporte diariamente. En ese momento todo era confusión y lo que todos querían era salir e informarse qué estaba pasando realmente.
En la puerta nos esperaba la camioneta que nos llevaría a Cesarina Mendoza, Altagracia Riera, y a este servidor manejada por un morenito cuyo nombre no recuerdo, a nuestros respectivos domicilios. (a mí me dejaron en la esquina de La Fe, y de allí caminaría supuestamente hasta mi casa de Truco a Guanábano. ) El resto del personal; algunos tenían automóvil, otros no, se marcharían como de costumbre.
Recuerdo que al bajarme de la camioneta en la esquina de La Fe, como ya dije, oí algunos disparos, y en vez de irme a mi casa La curiosidad, (aquella que mató al gato) me atrajo hacia el sitio de donde provenían los disparos, que no era otro que el Cuartel San Carlos, situado a pocas cuadras.
Al llegar al puente El Cuño situado a una cuadra escasa del cuartel, ví mucha gente corriendo curiosa de ver qué estaba pasando, y al llegar a la esquina se detenían pues parece que se desarrollaba una batalla entre fuerzas del gobierno y gente que disparaba desde la esquina de Dos Pilitas. Parece que la curiosidad hace a la gente audaz, pues no veían el peligro y se asomaba a mirar hacia ambos lados, como quien está viendo una película de vaqueros.
De pronto cesan los disparos, se hace un silencio que dura poco y de repente alguien dice:
- “los soldados abandonaron el cuartel y la gente está entrando”.
Era como decir:
- “entren, que el cuartel ha sido abandonado”.
Y tal como lo estoy diciendo, toda aquella gente que antes miraba, se dirigió al cuartel en un tumulto que se sumó a los que procedían de otras partes mientras yo, parado en la esquina , miraba asombrado lo que consideraba una imprudencia, pues sabía la gran cantidad de explosivos que allí se almacenaba (el cuartel era un parque). Vi a algunos conocidos y traté de advertirles el peligro, pues si la tropa lo abandonó así de repente, era posible que los hubieran amenazado con bombardearlos, y si eso sucede hubiera volado la manzana entera. Nadie me hizo caso mientras yo me quedaba a prudente distancia, entre Cuño y Cuartel Viejo, pendiente de lo que pudiera pasar.
Al poco rato veo pasar gente, unos con fusiles Máuser, otros con diferentes armas de fuego y toda clase de objetos: dos hombres cargando una nevera, otros con sillas, máquinas de escribir y hasta una ametralladora. Era una anarquía total. La gente disparaba a los bombillos cual si se tratara de una fiesta, una fiesta de locos que ni sabía lo que estaba pasando. De pronto veo a un muchacho conocido que cargaba en una mano un fusil, y en la otra una espada envainada muy bonita, parecida a las que usan los generales. Se la pido y para mi sorpresa me la da. A él le interesaba más el fusil para disparar a los bombillos. Alguien más me dio un revólver algo viejo.
Yo me dirigí a mi casa con la espada y el revólver en el bolsillo, y mi madre al verme, casi le da un desmayo.
- Muchacho loco, ¿qué haces con esa espada? Yo estoy aquí muerta del susto por lo que está pasando y tú con una espada en la mano, esconde esa vaina rápido, ¿no vez que pueden matarte?
Pero mi papá ya le había puesto la vista a la espada y me dijo:
- dámela, que yo la escondo.
Y así fue cómo estuvo escondida hasta su muerte, cuando alguien que se creyó heredero se la llevó y nunca supimos quién. Del revólver ni sé quién se lo llevó. A mí poco me importaba.
A los pocos días pasaron soldados revisando casa por casa buscando armas provenientes del saqueo, pero no consiguieron la espada que mi padre tenía bien guardada.
Y esta es la historia del saqueo al Cuartel San Carlos aquel 18 de octubre de 1945. El día que tumbaron a Medina.
Por: Guillermo Sáez Álvarez,
Julio 2014.
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