el último paseo de los desesperados...
Muchas historias, trágicas conoce el Puente del Guanábano. Cuando se inicia la ola de suicidios en Caracas, el puente sirve, como dice el pueblo en su lenguaje criollo, de “revólver del pobre”. Y bajo sus arcadas de hierro se han estrellado más de dos mil personas locas o desesperadas, que han creído encontrar en la muerte violenta, el remedio a todos sus males.Carmen Clemente Travieso
Por: Guillermo Sáez Álvarez
Nadie mejor que la familia Sáez, quienes vivieron durante casi 20 años a pocos metros del famoso puente del Guanábano para servir de cronista a su fatídica y ya famosa historia.
Mientras vivimos de Truco a Guanábano, casi cierto tiempo nos alarmaban con la noticia de que algún obstinado de esta vida había decidido terminar con las penurias que lo atormentaban, tirándose por encima de sus barandas y caer, 30 metros más abajo y morir al instante destrozado en las riberas del río Catuche o bien dentro de sus mansas aguas incapaces de amortiguar la caída.
Sin embargo, para documentar más a los lectores voy a permitirme copiar de un artículo escrito por Carmen Clemente Travieso en el libro “ Las Esquinas de Caracas”, páginas 140 y 141”
“Fue en los tiempos en que el viejo Guzmán construyó en los altos de La Pastora, una lujosa mansión, por lo que hubo necesidad de construir un puente por sobre el abismo que se abre a su vera.
El único puente que unía la parte alta de La Pastora con el centro de la ciudad, era el puente de Carlos III, fabricado bajo el reinado del Rey Carlos III el año 1759, y siendo Gobernador de Venezuela el Brigadier Don González Torres de Navarra. Parece que fue construido en el lapso comprendido entre 1786. Hoy existe en él una placa de mármol donde está grabada la fecha de su construcción.
Cuando el viejo Guzmán se fue a vivir a su lujosa quinta, no existía ninguna calle que uniera el sitio con el resto de la ciudad, por lo que se hizo urgente echar un puente sobre el abismo donde abría sus ramas al viento frío de La Pastora, el hermoso Guanábano que una mano anónima sembrara en aquel lugar. El puente fue realizado por el ingeniero Muñoz Tébar, y se cuenta que el día de la inauguración, el peso de la gente lo hizo estremecer por cuyo motivo fue clausurado de inmediato ´para hacerse una construcción más sólida. Entonces el puente había sido fabricado con tablas que crujían cuando algún carro o carreta pasaba por encima “.
Aquí voy a hacer un paréntesis en el relato que nos hace Doña Carmen Clemente Travieso a fin de hacer constar a los lectores que quien escribe, ya bien entrado en años, conoció y pasó sobre aquel puente de tablas en un carro, llevándose un buen susto al crujir de aquellas tablas haciendo pensar que se iba a venir abajo en cualquier momento. Es decir que fui testigo que antes de su clausura fue traficado durante algún tiempo.
Continuando con el relato de Carmen Clemente copio;
“Más tarde, bajo el mandato de Gómez, y siendo ministro Cente Grau, el puente fue totalmente reconstruido bajo la dirección del Ingeniero Ayala.
Lo que ha hecho célebre al puente no son sus casas humildes a las orillas del Río Catuche, ni los jardines de rosas que miran desde la altura, ni el bello paisaje.
Conocemos el caso de una señora se tiró, y la ropa en su caída se abrió como un paracaídas y la señora solo sufrió leves rasguños y aporreos.
Otro caso curioso fue el de la señora que quiso arrojarse al vacío con 2 de sus hijos, siendo salvada milagrosamente por un transeúnte que pasaba en ese instante.
Y el caso del polaco que luego de llegar a Caracas, se dirigió inmediatamente al puente lanzándose y destrozándose al caer.
El puente fue apodado “El revólver del pueblo” y según cálculos conservadores, unas 2000 personas terminaron con sus penurias lanzándose a las aguas del río Catuche”.
El famoso árbol que dio nombre al fatídico puente ya no existe, quedando solo la esquina como recuerdo”
Y termino agregando:
- si el puente se llevó 2000 vidas, ¿Cuántas historias tristes se esconderían tras esos pobres desgraciados que hoy descansan en paz?.
Por: Guillermo Sáez Álvarez,
Julio de 2014.
Yo viví cuando niño en un edificio que esta en uno de los extremos del puente. Uno caminaba unos pasos hacia el sur, luego cruzabas a la derecho y a mitad de cuadra esta el Colegio la Salle, al final en la esquina, hay una plaza pequeña, luego vuelves a cruzar a la derecha y como a dos cuadras tienes el Panteón Nacional, pasabas por el cina Roma, si mal no recuerdo y frente al Panteón también había otro cina, que no recuerdo su nombre. Una vez estaba en plaza frente al panteón y vi toda la ceremonia a la que asistió Marcos Pérez Jiménez. Eso fue en el tiempo que se estaba construyendo la av, Fuerzas Armadas y cuando se cae el puente del mismo nombre....
ResponderEliminarF. A. Torrealba
Con relación al comentario realizado por el Sr. Torrealba, con relación a la nota sobre el Puente Guanábano, a quien agradezco por traerme viejos recuerdos puedo complementar que la esquina que el menciona que al cruzar a la derecha se pasaba por el Colegio La Salle, se llama la esquina de Santa Bárbara; estando ubicado el Colegio de Santa Bárbara a Tienda Honda. El Colegio no se llamaba meramente Colegio La Salle, tenía una etiqueta estigmática y se le conocía por Colegio La Salle de Tienda Honda. Esta mención de Tienda Honda (la otra esquina de arriba, mencionada por el Sr. Torrealba) se la ponían los propios Hermanos de la Salle y sus profesores para diferenciarlo del “verdadero Colegio La Salle” de la Colina (hoy, Ave. Cota Mil).
EliminarA nosotros, alumnos de dicho Colegio nos insistían como norma NO ir al Colegio La Salle que, aunque del mismo nombre, no se nos permitía. Ellos tenía uniforme, nosotros no. La diferencia fundamental era de clases, siendo nosotros los pobres. La estigmatización era de tal grado que nosotros, los componentes de la Banda La Salle, nunca tocamos untos con los de la Colina en desfiles u otros actos.
La pequeña plaza que menciona el Sr. Torrealba en su nota es la Plaza de La Merced (y no de Las Mercedes como algunos la llaman). Famosa, para nosotros, los alumnos de La Salle, porque cada vez que había un malentendido entre dos alumnos se acostumbraba a escuchar la frase: “te espero a la salida en la placita”. Ese era el sitio de reunión de las absurdas pequeñas peleas que los alumnos acostumbraban realizar allí, con su público o barra del mismo Colegio.
Y por esa calle, que él dice que se llegaba al Panteón, se podía ver, cada día a la misma hora, bajar corriendo los muchachos llamados “pregoneros” con su carga de periódico para venderlo en la calle. Venían de lo que hoy se puede conocer como la Torre de Prensa ya llegando al Panteón como bien lo acota el Sr. Torrealba.
Tiempos aquellos de los frecuentes suicidios en el famoso Puente del Guanábano.
Rafael Aguiar Guevara