sábado, 30 de agosto de 2014

NO ME GUSTA TU NOMBRE,

o recordando a don Francisco Herrera Luque.


Antonio José de Sucre fue uno de los héroes de la independencia latinoamericana más laureados y admirados. Se destacó como militar en las numerosas victorias que logró en los campos de batalla evidenciando su talento innato para dirigir tropas.


Recopilación, 
Por Manuel Taibo

No hay figura humana, magnánima y de mayor talla espiritual en nuestra historia, que la de Antonio José de Sucre, el más y eficaz colaborador del Padre de la Patria. Su vida sin embargo, estuvo signada por la fatalidad, gran parte de su familia pereció durante la Guerra de Independencia, y en especial cuando Boves tomó a Cumaná.

Nuestros bravíos caudillos independentistas, hombres de pelo en pecho y de salvajes maneras, sentían antipatía por aquel joven bien educado y afable por más que fuese de un valor a toda prueba, además de un estratega genial. De ahí que el general Francisco Bermúdez, su antítesis en todos los sentidos, comentase acremente cuando fue enterado de la gran victoria de Ayacucho: ¡Como serán de flojos los españoles del Perú, para que Antoñito Sucre esté ganando batallas!

Pocos meses antes de la muerte del Libertador, Sucre fue asesinado vilmente en una conjunción de intrigas políticas y amorosas. El general Barriga, implicado en el crimen casó después con la hermosa Marquesa de Solanda, la viuda de Sucre.

Poco después, asomado al balcón con la hija del Mariscal en sus brazos, Barriga, por accidente que se supone fortuito la dejo caer, con la muerte consiguiente de la niña. Nunca pensó el Libertador que aquel joven de treinta y cinco años, a quien eligió por sucesor, terminaría trágicamente en tan breve lapso al igual que su única hija.

Mejor lo vislumbró una hechicera del alto Perú cuando en marcha triunfal llegó a Chuquisaca:

Hechicera:

 — No me gusta el nombre que te han dado.

Sucre pregunta:

 — ¿Y qué tiene de malo mi nombre? ¿Es que hubo un Antonio o un José que mal te hiciera?

Hechicera:

 — No me refiero al nombre que te dieron al nacer, hablo del que te concedió la victoria. Hablo de Ayacucho.

Sucre:

 — ¿Y qué tiene de malo el nombre de Ayacucho? ¿No fue acaso en ese sitio donde derroté a los españoles para que los americanos fuesen libres? ¿No te parece glorioso el nombre de Ayacucho?

Hechicera:

 — ¿Sabes acaso lo que significa en Quechua Ayacucho?

Sucre:

 — No, por dios. ¡Decídmelo presto!

Hechicera:

 — Lugar de los muertos. Te han elegido Mariscal de las sombras vacías. Tu lugar estará pronto entre ellos.

Ha tres años de aquel glorioso desfile militar, donde los delegados del alto Perú decidieron llamar Bolivia a la nueva república eligiéndose a Sucre por Presidente, una insurrección cuartelaria el mismo día que casó por poder lo echó del país, mal herido y desesperanzado.

“Y para terminar esta historia de augurios y hechos sorprendentes es rigurosamente histórica esta anécdota que nos cuenta Rumazo González. Se encontraba el general Obando, el principal victimario de Sucre, agonizando en el campo de batalla cuando movido por sus creencias religiosas solicitó la presencia de un confesor.

El sacerdote, un joven venezolano, luego de oír la confesión, del que también fuese presidente de Colombia, tuvo una fugaz vacilación, que no escapó a Obando, antes de pronunciar las palabras rituales: ¡ego te absolvo!

Obando:

 — Padre, dígame una cosa, ¿por qué estaba tan contrariado al oír mis pecados? ¿Es que no los ha oído peores en hombres de mi condición?

Sacerdote:

 — Tranquilízate hijo, y prepárate a entregar tu alma al creador. Reza conmigo mientras te quede aliento.

Obando:

 — Os parecéis demasiado a... ¿Cual es vuestro nombre?

Sacerdote:

 — Antonio José de Sucre. Soy sobrino del Gran Mariscal de Ayacucho.

Obando:

 — ¡Perdonadme dos veces, padre!

Sacerdote:

— Descansa en paz, hijo mío. Te perdono en su nombre y en el mío...

CITA DEL LIBERTADOR:

 - Si yo hubiese conocido las virtudes intelectuales de Sucre en esa época en que crucé los Andes, tengan ustedes la seguridad de que hubiese sido él, y no Santander, mi lugarteniente y otra sería la historia de estos pueblos.

 - Confiar demasiado en Santander fue mi perdición. La experiencia, que yo no tenía entonces, demuestra que, si con Bruto ni a misa, no suelen ser muy leales los hombres con ambición y talento.

 - Tan sólo he conocido uno, que fuese excepción a esa regla. Se llamaba Antonio José de Sucre Alcalá.

Recopilación,  
29/08/2014



LA MUERTE DE ALIRIO UGARTE PELAYO,

fue ¿Un suicidio o un asesinato?...

"Leyendo este articulo sobre la muerte de, Alirio Ugarte Pelayo, no deja de asombrarme que despues de mas de 45 años de su desaparición física, sigan sosteniendo con total convencimiento y sin ninguna prueba científica que halla sido un suicidio."
-Claudia Ugarte, julio, 2012-

ENTIERRO DE ALIRIO

De: OBITUARIOS DE VENEZUELA.COM
“Venezuela, Hace 45 años se
suicidó Alirio Ugarte Pelayo”
19 mayo, 2011

El 19 de mayo de 1966 se suicidó el líder político, en su residencia de Los Chorros en la Capital de la República. Había convocado una rueda de prensa a celebrarse a las 11 de la mañana, acompañado de adherentes a sus proyectos políticos, que después de su desaparición física conformarían el Movimiento Democrático Independiente (MDI).

Ugarte Pelayo, era nacido en Anzoátegui, el 24 de enero de 1924. Hijo del general José Rafael Gabaldón y de doña Romelia Tamayo Anzola, vástago adoptivo de Luís Horacio Ugarte y de doña Hercilia Pelayo. Era hermano de Argimiro Gabaldón.

Parte de su infancia transcurre en la hacienda de su padre, el general Gabaldón, denominada “Santo Cristo”. Estudia en la Escuela Federal “Vargas” de Guanare, Portuguesa, el bachillerato lo hace entre Guanare, Acarigua y Barquisimeto.

Desde joven se destacó por sus posiciones de vanguardia, en 1942 fue presidente del Consejo Supremo de la Federación Nacional de Estudiantes y en la UCV. Se recibió de abogado en 1947.

Al año siguiente casa con Caridad Sperandío Rodríguez, con quien procrea 4 hijos.

Fue militante del Partido Democrático Venezolano, bajo la égida del demócrata Presidente, general Isaías Medina Angarita, redactor, periodista y columnista de diarios nacionales,  electo concejal por la parroquia Altagracia de Caracas en 1944.

Al derrocamiento de Rómulo Gallegos, el 24 de noviembre de 1948, la Junta Militar de Gobierno lo invita a participar, redactando el Acta de Constitución de la misma. Será ministro de Relaciones Exteriores.

También desempeñara como Gobernador de Monagas, hasta 1953, cuando se retira del Gobierno, luego de exitosa gestión.

Caído el régimen de Marcos Pérez Jiménez ocupará un puesto en la Junta Militar, presidida por el contralmirante Wolfgang Larrazábal, y luego de los comicios de 1958, con el beneplácito de Unión Republicana Democrática (URD) —se había afiliado al partido de Jóvito Villaba en 1958— es designado embajador en México, hasta 1962. Así mismo representante de URD ante el Consejo Supremo Electoral.

Comienzan sus diferencias con Villalba.

La lucha armada estaba en apogeo y en un momento dado la fracción oficialista (AD-Copei) fue minoría en el Congreso, generando una tirante situación en varios estamentos del país.

Habría que recordar que en 1963, los diputados del partido comunista y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, habían sido detenidos, enjuiciados y allanadas sus inmunidades parlamentarias, y esos partidos ilegalizados.

La dirección nacional de URD procede a pasar al Tribunal disciplinario a Ugarte Pelayo, quien de una vez fue expulsado del partido amarillo, en reñida decisión de 16 votos contra 12.

El carismático dirigente responde a Villalba ofreciendo al electorado su nombre como posible candidato presidencial y es cuando se produjo el misterioso “suicidio” ocurrido en su residencia de Los Chorros, que consternó al país.

Según versiones, ese día fatal, Ugarte Pelayo se sentía muy optimista, rodeado de militantes y simpatizantes de su propuesta, se reunieron desde temprano, desayunando con él allí mismo.

Momentos antes de los hechos
Estaba convocada una rueda de prensa, donde expondría sus ideas y formalidades respecto a la nueva organización política a fundar.

Antes de intervenir ante los periodistas, sonó el teléfono de la oficina contigua, acudiendo el propio doctor Ugarte para atender la llamada, a los pocos minutos se escuchó una detonación, que por momentos paralizó a los asistentes.

Todos se dirigieron en tropel al despacho, encontrando el cadáver del dueño de la casa con un tiro en la cabeza, derrumbado al lado de su silla de oficina, con un revólver a su lado, presentando un proyectil percutido.

Una exclamación recorrió el pequeño recinto: ¡No… él no se suicidó, lo mataron!

Examinado su cuerpo, la prueba de la parafina practicada en sus manos fue negativa, por lo que evidentemente se trató de un asesinato.

Presumiblemente, un cómplice del homicida, hizo la llamada al despacho del doctor Ugarte Pelayo, mientras el autor del disparo estaba escondido en el baño de la oficina.

Le disparó y volvió a esconderse en el baño, luego ante el asombro y desorden del momento, salió del baño, uniéndose a los presentes abandonando la residencia cuando todos se fueron.



UN COMENTARIO INTERESANTE,

Chinca C. Salas R  
22 enero, 2012

Siguiendo la secuencia de la historia del doctor Pelayo, nos damos claramente cuenta sobre el hecho que el caso de suicidio guarda connotaciones relevante al homicidio político contratado viendo como ocupaba un espacio dentro de las filas de un partido, hecho que nos lleva por la eliminación física y conveniente para la época viéndose a este como un enemigo a ocupar la silla de Miraflores.

El caso de homicidio/suicidio nos lleva por el hecho de las experticias, tatuaje de la detonación a sabiendas que además de no existir pólvora en su mano, debió haber un estudio de la entrada del proyectil, acercamiento de la bala, dirección, altura, dirección, una serie de requisitos que nos lleva a establecer el homicidio, descartar el suicidio además de conocer que este al igual que los demás escritores/poetas usaba droga para controlar el insomnio, pesadillas, depresión; reflejándose sobre los acontecimientos políticos del momento, estado anímico para el instante de la llamada recibida en la habitación contigua y segundos después la detonación ¿fue suicidio?, lo más cercano a lo real es una orden para matar a sueldo y ver la desaparecer la figura política del doctor Alirio Ugarte Pelayo y sus adversarios sea por poder o como amenaza por ser este periodista y desnudar verdades las cuales nos lleva a ver el significado de los acontecimientos desarrollados, muerte, poca investigación al respecto o nula desde otras instancias para dejarle fuera del ámbito político.-

Chinca C. Salas R.

La totalidad de este artículo fue tomada de:
OBITUARIOS DE VENEZUELA.COM
“Venezuela, Hace 45 años se suicidó
Alirio Ugarte Pelayo” - 19 mayo, 2011



UNA CASA MISTERIOSA,

o una leyenda olvidada…


El misterio se anida en nuestro interior. Es dentro de nosotros, y no en otra parte, donde se halla la eternidad de los mundos, el pasado, el futuro o el temor a lo inexplicable.

Esta casa de U.R.D. es de fecha posteriordela acá descrita

Por: Guillermo Sáez Álvarez

La casa fue sede del Partido URD en 1946. Estaba situada en la Ave. Nueva Granada. En una esquina. Su color era amarillo, Color este mandado a poner por el Partido. Nadie recuerda su color original

Se dice que se escuchaban ruidos y cadenas arrastrándose, aún con el personal dentro de las oficinas.

El Partido abandonó la casa por los años 50 y nadie más la pudo habitar nunca.

Algunos que se las daban de valientes intentaron vivir en ella y tuvieron que abandonarla precipitadamente. (Se trataba de vagos que al ver la casa abandonada quisieron usarla como vivienda)

¿Qué misterio encerraba que nadie pudo descifrarlo? Solo se dice que sus primeros habitantes fueron un matrimonio alemán sin hijos, quizás inmigrantes de la segunda guerra mundial, y que estos desaparecieron sin dejar rastros.

Cuando se demolió la casa se hicieron excavaciones y no se encontró nada que pudiese pensar en un crimen; sin embargo, en la demolición pereció un trabajador en forma extraña: el piso cedió bajo sus pies en lo que una vez fue un pozo como de 4 metros de profundidad, quizás de agua. El pozo estaba debajo de las bases donde había sido construida la casa, quizás unos cien años antes.

Otra cosa extraña es que al ser interrogados los dirigentes del Partido, solo pudieron decir que quien vendió la casa al partido dijo haberla heredado de su abuela, pero dicho señor murió en 1949 y no quedó ningún documento. Solo se sabe que dicha casa fue alquilada a los inmigrantes alemanes que huyeron sin dejar rastro.

Al no salirle dueño, la casa fue expropiada por el Estado y en el sitio se construyó un estacionamiento ya que nadie se atrevió a comprar el terreno.

Nota: el presente relato corresponde a una
leyenda que pasó de boca en boca,
por lo tanto el autor no se hace
responsable por el texto del mismo.

Por: Guillermo Sáez Álvarez,
Agosto de 2014.

viernes, 29 de agosto de 2014

LA PÁGINA EN BLANCO,

o, ¡ajá!... y ahora, ¿qué escribo?...


En este momento me encuentro escribiendo junto a una ventana, mirando como la lluvia cae, la gente corre para no mojarse, mientras pienso, que es algo que se me da muy bien, pero que extrañamente no  da resultados satisfactorios... he descubierto que mientras más pienso, menos me salen las ideas y cuando actuo sin un plan las ideas llegan...



Por: Guillermo Sáez Álvarez

Soy pintor y escritor….bueno trato de ser escritor. Pienso que pintar es más fácil pero nunca puse una tela en blanco para comenzar a pintar ni a escribir; nunca se me ocurría nada. Lo de la página en blanco es un consejo para aprender a escribir. Ya mi edad no quiero ni acordarme. ¿Pasará igual con la escritura? ¿Para saberlo voy a hacer la prueba pues siempre que voy a escribir?, primero me formo la idea y luego, ya sobre el papel, la desarrollo.

Una vez, en un tren, un señor se le acercó a Isaac Asimov, el famoso escritor de ciencia ficción y le dijo: -usted es un escritor de mucha imaginación, ¿cómo hace para tener tantas ideas?, El escritor le respondió: -¿Qué cómo hago?-, en este momento podría escribir una novela sobre lo que me acaba de preguntar. El hombre se quedó atónito.

En este momento me estoy haciendo un reto. Ya puse la página en blanco y casi sin darme cuenta he escrito algunas palabras. Conté la anécdota de Isaac Asimov… Pero, ¿podré seguir?.

Pero quisiera contar algo que salga de mí. La verdad es que en estos días no me he sentido muy bien…serán los años, digo yo. La verdad es que son bastantes, casi 90, soy un nonagenario, no un sexagenario.

La verdad es que cuando leo la prensa siempre critico eso de creer que un hombre de 60 años no está aún joven. ¿Qué se pensarán los reporteros? … “que si un sexagenario fue atropellado por un automóvil… Sexagenario asaltado a la salida de un banco“, ¿Y esa discriminación?... Eso de sexagenario me parece peyorativo, seguramente se piensan que ellos son unos bebes y eso de llegar a sexagenario está muy lejos, aun cuando ese la edad en que nos jubilan.

¡Y vaya que yo trabajé después de jubilado!.. ¡Ya quisiera yo tener 30 años menos¡

La verdad hice de todo: como contador, dibujante de sistemas, auditor, pinté murales, y viajé mucho por toda Venezuela, contratado por el INOS en busca de materiales abandonados… Lo hice con un grupo de ex compañeros.

Luego me fui quedando en Margarita casi 15 años y le pinté muchos cuadros a mi hermana. De allí nos mudamos a La Arboleda donde voy viviendo, el resto que me queda, junto a mi amada esposa.

Aquí donde vivo y escribo gracias a una computadora que me regaló un hijo y por cierto, fue en esta computadora donde aprendí a los 82 años, historia que ya conté.

Y aquí sigo, mientras este cerebro funcione, y ahora, gracias a la ayuda de un excelente amigo llamado JotaDobleVe, mitad venezolano, mitad holandés, y aunque él vive con sus achaques, le echa pichón y ahí vamos, cabeza a cabeza, aunque yo le lleve algunas de ventaja-en años, y hasta tenemos este Blog llamado: RECUERDOS DE CARACAS, la de los techos rojos.

¡ COÑO ¡… Si ya escribí una página y piquito,
y eso que todavía no he comenzado.
Bueno, otro día será. Prometí
ser corto y conciso y he cumplirlo.

Por: Guillermo Sáez Álvarez,
28 de agosto de 2014.


miércoles, 27 de agosto de 2014

MACUTO,

El balneario que yo recuerdo... (años 40s)

"Macuto fue literariamente privilegiado. Los grandes escritores costumbristas y periodistas de Venezuela lo retrataron en novelas, crónicas y reportajes."
Guillermo José Schael

Por: Guillermo Sáez Álvarez

Macuto fue durante muchos años el balneario preferido de los caraqueños. Eran los años 40-45 y la gente accedía a él por el tren que comunicaba a Caracas con el Litoral Central.

Nosotros llegábamos por  El Ávila, a pié desde la Puerta de Caracas, subiendo por el antiguo camino de los españoles y por donde llegó a Caracas Pérez Bonalde  después de un largo destierro, y escribió el famoso y nostálgico poema Vuelta a la Patria. Quizás el primer poema que aprendimos cuando estudiamos la Primaria:

“Caracas, allí está, sus techos rojos
su blanca torre, sus azules lomas  
y sus bandas de tímidas palomas  
      que hacen nublar de lágrimas mis ojos”.

Pero sigamos a Macuto, cansados de la caminata y demos un paseo por aquel bulevar;  de un lado el mar, y del otro negocios y pensiones con mesas y sillas recordando los cafés de París y saboreando la sabrosa cocada que le gustaba  a Guzmán Blanco y a Juan Vicente Gómez según crónicas de la época, sin embargo a Gómez le gustaba bañarse  en Camurí Chico, pero antes, como era su costumbre, pasaba un camión lavando la calle por donde iba a pasar el dictador.

Macuto en realidad comenzaba en la llamada Plaza de Las Palomas, con una hilera de casitas enfrente, muy cercana a la Quinta La Guzmania, casona mandada a construir por Guzmán Blanco como casa presidencial. También estaba la quinta Bolívar que luego fue destinada a la Escuela de Grumetes, quedando solo la Guzmania que a la muerte de Gómez en 1935, fue utilizada por el General López Contreras, quien designó a Enriquito Castejón como cuidador oficial y era allí donde llegaban muchas veces visitantes ilustres, invitados del Gobierno y había que tener la mansión de punta en blanco todo el tiempo, para lo cual tenía designada a una señora que se encargaba de su aseo. Castejón era primo mío, y yo me aprovechaba des esa ventaja para visitarlo y dormir cada noche en una habitación distinta.

Plaza de las Palomas
Hay que decir que en el deslave de Vargas, en 1999, la plaza de Las Palomas quedó destruida y La Guzmania sufrió daños y dejó de ser residencia presidencial.

Más allá del bulevar estaba el Hotel Miramar,  mandado a construir por el General Gómez en 1920.  Era el mejor hotel de Macuto, construido a todo lujo y con piscina alimentada con agua de mar, una novedad para la época.

Continuando nuestro paseo nos tropezamos con el bar-restaurant y dancing “Las Quince Letras”, para la gente que pudiera darse el lujo de tomar, comer y bailar en sus instalaciones. El nombre se debe a que leído de principio  fin, el nombre tiene 15 letras.

Por los años 40’s. Macuto no solo era popular por sus hoteles, pensiones y  bares frente al mar. También había atracciones como la maratón de diez kilómetros que se celebraba anualmente y que siempre ganaba el famoso salvavidas Quintín Longa, un popular moreno de contextura atlética que paseaba a los turistas en su barcaza a remos.

Imposible olvidar la Urbanización Álamo con grande casas-quintas y el club Los Corales que tenía una enorme piscina.

Más allá de la calle El Cojo y frente a la playa, las personas ricas tenían grandes quintas y construían quioscos frente al mar, sobre las arenas de la playa con el pretexto de cuidarlas.

Estoy hablando del Macuto de los años  40-45, de aquel Macuto que quizás pasó a la historia como balneario, pues hace muchos años que no voy por esos lares.

Por: Guillermo Sáez Álvarez,
22.08-2014.


lunes, 25 de agosto de 2014

PALACIO DE VERSALLES,

o la higiene personal en la época de Luis XIV...


Se discutía, recién descubierta la América, si los indios, eran “hombres o animales”, el Papado Romano nombró una comisión para estudiar el tema… Uno de los informes culminaba así: “… y figurese su santidad, cuán animales serán que báñanse todos los días.”
–JotaDobleVe-


Por: Guillermo Sáez Álvarez

Cuando mi padre viajó a Francia en 1947 con el cargo de Cónsul General en el puerto Le Havre; sin importar el clima, continuó con su costumbre de bañarse cada mañana al levantarse. Aunque él junto a mi abuela y 3 hermanas vivieron en hoteles, durante el tiempo que permaneció en su cargo, la noticia de que el nuevo Cónsul se bañaba todos los días corrió como pólvora, y mi padre pasó a ser un espécimen raro por una costumbre que para los franceses, durante siglos no acostumbraban hacer y en su lugar, solo se restregaban con una toalla húmeda.

Visitar el cuarto de baño, realizar nuestras necesidades fisiológicas, es hoy día un acto cotidiano, pero lo que en la actualidad es un hábito, hace varios siglos era cosa extraña, y justamente lo contrario, la falta de higiene era la norma.

El pensamiento que privaba por esas épocas era que bañarse, según los médicos era perjudicial para la salud. Según esto, la cabeza solo debía lavarse cada 20 días, y el baño completo, solo una vez al año. Así, cuando les tocaba había un orden pre establecido, y que en una gran bañera, en primer lugar le tocaba al padre, en segundo lugar a la madre y en tercer lugar a los hijos. Ya cuando les llegaba el turno a los hijos, la gran bañera era un pozo de mugre.

El palacio de Versalles es quizás el símbolo mas famoso del absolutismo francés de Luis XIV.

Construido entre 1661 y 1692, lo que comenzó siendo un palacete de caza, se transformó rápidamente en el hogar de la Corte del rey francés.

La suntuosidad y belleza de dicha construcción, que sufrió varias modificaciones durante los siglos XVI, XVII y XVIII, y lugar casi obligado de visita para las miles de personas que van a conocerlo diariamente, y que se quedan boquiabiertas, la gran mayoría desconocedoras de que dicho palacio no posee instalaciones sanitarias.

En dicho palacio, rodeado de jardines, fuentes de aguas e infinidad de obras de arte que superan en número al Museo El Louvre, llegaron a trabajas 20.000 personas y de verdad que sentimos nauseas, cuando pensamos que dicho personal tenía que orinar y defecar en los pasillos, y la gente que pasaba en esos instantes debía mirar hacia otro lado, ignorando o haciendo un esfuerzo por ignorar lo que acababan de ver.

En 1715, el rey dictó un decreto, según el cual las heces debían retirarse una vez por semana, obligándolos de hecho a tirar los residuos por las ventanas, para luego ser recogidos y tirarlos al Sena.

¿Pero que hacían los miles de invitados, la gran mayoría de clase noble, que asistían a las fastuosas fiestas que se celebraban en palacio?

Quizás no les quedaba otro remedio que salir a los jardines y esconderse detrás de alguna fuente o un árbol.

Los nobles, para disimular el mal olor, utilizaban perfumes, polvos de arroz, para tapar las impurezas el rostro, y esponjas o pastas de hierba para las axilas.

Era común que los hombres que se dedicaban a labores de limpieza de inmundicias, estuvieran infectados de pulgas y piojos que se sacaban unos a otros.

Es obvio que la falta absoluta de higiene no era cuestión de dinero, pues bastantes remodelaciones se le hicieron al Palacio de Versalles. Tampoco falta de cloacas que en París son famosas y la colocación de sanitarios y tuberías era menos costoso que cualquier remodelación.

Era sencillamente que ningún rey se ocupó de hacerlo por razones incomprensibles o sentían placer por los malos olores.

Hasta aquí la nauseabunda historia 
de la nobleza cortesana de Luis XIV.

Por: Guillermo Sáez Álvarez,
24.08-2014.


LA CIUDAD Y EL MONTE,

o Caracas al pié del Waraira Repano…


Culminan las montañas en pico y los pueblos en hombres.
José Marti



Transcripción de:
Guillermo Sáez Álvarez

De las barrancas, en la tranquilidad de la tarde, subía el monótono canto del sauce, ululaba el viento sobre las lomas y por entre los enjutos arcaduces del monte.  En su recinto de colinas azules, la campiña, joyante al capricho pintoresco del sol de los araguatos; sobre el claro ocaso la silueta de la ciudad: cimeras de chaguaramos, geométricos  perfiles de cipreses y araucarias, distantes, dos cúpulas gemelas; una ceja de monte en la brusca fuga  del alba.  Sobre el panorama, altanero y jarifo, el Ávila en reposo.

(El apoyo)

El paisaje eran formas serenas y nombres ilustres, colores brillantes y  memorias imperecederas.  El Ávila, Bello Monte, los cafetales del fruto en sazón… Las huellas de Humboldt en el orgullo de la cumbre empinada y en la gracia de la colina tierna, la obra del padre Mohedano sazonando su esencia cordial a la sombra nemorosa de los bucares.  Los cañaverales acendrando sus mieles, ya doradas en el rayo tendido  del sol;  el carro de bueyes por los callejones bordados de saces pensativos y el viajero emocionado escuchando

Apenas  de  un carro vacilante

Se oye a distancia el desigual rumor.

Los chaguaramos altaneros, arpa del atardecer el penacho de las plumas quietas, con trinos de chirulíes y rajeos de azulejos;  los gigantescos mijaos, bosques de ramas para los nidos de todos los pájaros del valle;  los torreones de los trapiches dando su humo laborioso al aire descuidado.  Acaso cantares de esclavos en el corte del tablón, con dejos de memorias  que buscan recuerdos perdidos.  De rato en rato, olor de melado que endulza el viento suave: de trecho en trecho rumor de  acequias…La  algarabía de la atardecida vuelta de las guacharacas, y el silencio de los boscosos cangilones, por donde a saltos venía bajando el Sebucán.  El  franciscano reposo del monte, tendida la estameña  del crepúsculo, beata la paz de las cumbres de la Silla de Caracas….  La melancólica evocación del indio, despojado señor de aquellas tierras que conservan las palabras, guaruras caídas en la derrota:  Chacao, Petare, el rumoroso encuentro del Aurimare con el Guaire  que alimentó el  Macarao….La sorpresa siempre emocionante
de la Cortada transpuesta:  cumbres, lomas, laderas, quiebras y hondonadas, lejanías azules y esa serenidad religiosa en que se sumergen las montañas para el encendimiento de las estrellas, honda hasta el rumor del agua que corre allá abajo, tierna en el piar fugitivo de los pájaros que vienen recogiendo el vuelo, dulce como una tristeza que diera la felicidad…

(Las Vacaciones del Humanista. Pobre Negro.)

Transcrito por Guillermo Sáez Álvarez, 
15 de agosto de 2014.
Del  libro La Geografía Venezolana en
la Obra de Rómulo Gallegos, de
Juan Liscano. 1984.



LLEGAN LAS LLUVIAS,

o semblanzas del llano venezolano…


Eres como la garza blanca volando sobre mi estero y te añoro más que al invierno cuando se secan los caños…
-Dichos llaneros-



Transcrito por:                
Guillermo Sáez Álvarez,

¡Llueve, llueve, llueve!. . . hace días no sucede otra cosa. Ya los llaneros que estaban fuera de sus casas han regresado e ellas, porque los caños y los ríos se desbordarán por las sabanas y pronto no habrá caminos transitables. ¡Ni necesidad de recorrerlos!. Ya es tiempo de “mascada, tapara y chinchorro” y con estas tres cosas bajo el techo de palma, el llanero se siente feliz, mientras afuera se van desgajando las nubes en un llover obstinado y copioso.

Con las primeras lluvias comenzó el retorno de las garzas. Aparecieron por el sur -hacia donde emigran durante el verano, sin que nadie sepa hasta done van- y todavía estaban llegando las innumerables bandadas.

Fatigadas por el largo vuelo, se detenían, balanceándose, sobre las ramas flexibles del monte del garcero o llegaban, sedientas hasta el borde de la ciénaga, y el monte y el agua iban cubriéndose de blancura.

Parecía haber reconocimientos y cambio de impresiones de viaje. Las de este bando miraban a las del otro, que habían emigrado a distintas regiones, alargaban los cuellos, batían las alas, lanzaban ásperos graznidos y luego quedábamos quietas observándose mutuamente, redondas e inmóviles las ágatas de las pupilas. A veces había riña por una rama del dormitorio, por un resto de nido de la estación anterior; pero después se iban acomodando todas en los mismos sitios que siempre habían ocupado.

Los patos salvajes, las corocoras, las chusmitas, las cotúas, los gavanes y los gallitos azules, que no habían emigrado, acudían a saludar a las viajeras, y eran también bandadas innumerables que iban llegando desde los cuatro puntos del cielo. También habían regresado los chicuacos y contaban sus impresiones de viaje.

Un día asoma a flor de agua la trompa negra de una baba. Ya aparecerán también los caimanes, pues los caños se están llenando de prisa y en la llanura por todas partes se va a todas partes. Los caimanes también vienen desde lejos, del Orinoco muchos de ellos; pero nada cuentan, porque todo el día se la pasan durmiendo o haciéndose los dormidos. Y mejor es que se estén callados. No podrían contar sino crímenes.

Comienza la muda. El garcero es un monte nevado, al amanecer. Sobre los árboles, en los nidos colgados de ellos y en torno al remanso: la blancura de las garzas a millares, y por donde quiera: en las ramas de los dormitorios, en los borales que flotan sobre el agua fangosa de la ciénaga, la escarcha de la pluma soltada durante la noche.

Con el alba comienza la recolecta. Los recogedores salen en curiara, pero terminan echándose al agua y con ella a la cintura, entre babas y caimanes, rayas, tembladores y caribes desafían la muerte gritando o cantando, porque el llanero nunca trabaja en silencio. Si no grita, canta.

¡Llueve, llueve, llueve! Y se desbordan los caños y se inundan los esteros y empiezan a caer los hombres, fulminados por la “calentura”, tiritando de frío, castañeteando los dientes, y se ponen pálidos y se van volviendo verdes y empiezan a nacerle cruces al cementerio de Altamira que es apenas un pequeño rectángulo cercado de alambre de púas, en medio de la sabana, porque el llanero, hasta después de muerto, le basta con estar en medio de su sabana.

Pero, al fin comienzan a cabecear los ríos y a escurrirse los rebalses ribereños, y los caimanes empiezan a abandonar los caños, hacia el Arauca, hacia el Orinoco los que de allá vinieron a hartarse con reses altamireñas, y se van alejando las fiebres, y otra vez el cuatro y las maracas, el corrido y el pasaje, el alma recia y risueña cantando en coplas sus amores, sus trabajos y sus bellaquerías..

Fuente; Coplas y Pasajes.
Doña Bárbara. Trascrito del
libro: La Geografía Venezolana
en la obra de Rómulo Gallegos
de Juan Liscano.

Por: Guillermo Sáez Álvarez,
19 de agosto de 2014.


LA CARACAS DE ANTAÑO,

o añoranzas de adolescencia…


"La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado."
- Gabriel García Márquez-



Por: Guillermo Sáez Álvarez

La primera fábrica de dulcitos de un centavo. La venta ambulante por las calles.

Años 30.40. Diariamente pasaba por la casa de Truco a Guanábano el carrito vendiendo una gran variedad de dulces todos a un centavo. No recuerdo el nombre del dueño ni la cantidad de carritos que tenía, Solo sé que centavo a centavo, vendía miles y  miles y el hombre hizo dinero, aunque parezca increíble.

Había de todo: coquitos, conservita de batata, de coco, pan de horno, catalinas, polvorosas y muchos otros dulces cuyos nombres no recuerdo.  Lo que sí me parece mentira es que revisé internet hasta el cansancio  y en ningún blog se menciona dicha fábrica de dulces.

Esta venta de dulces nada tenía que ver con los pregoneros vendedores de miel de abejas, galletas de María y pan de horno abiscochao, pues estos dulces se vendían en carritos de cuatro ruedas que permitían ver los dulces a través de un vidrío, y tenían dos niveles. El vendedor, a pié,  no tenía que hacer mucho esfuerzo para empujar el carro.  Una vez leí la historia de esta fábrica de dulces, pero no fué en internet que aún no existía.

Ya me imagino, al final de cada día, al dueño contando los centavitos, o lochas, o mediecitos, pagar a los vendedores  y reposteros, y todavía le sobraba dinero.  Si un bolívar tenía veinte centavos, un fuerte,  cien centavos, ese señor tenía que vender muchos dulces, que obviamente fabricaban al por mayor.

Yo tendría entre diez o quince años y todo lo que aquí cuento lo saco del baúl de los recuerdos, ya que mis neuronas a pesar del tiempo, aún funcionan.

Por: Guillermo Sáez Álvarez,
20 de agosto de 2014


LA CIUDAD DE LOS TECHOS ROJOS,

la Geografía Venezolana en la Obra de Rómulo Gallegos…


…con sus rojos tejados entre los cuales surgía, aquí y allá la verde fronda de sus plazas y de los jardines de sus patios y corrales…



Transcrito por:            
Guillermo Sáez Álvarez

La primera impresión que le produjo Caracas solo podía expresarla Victoria como lo hizo, lanzando aquella interjección peculiar de los Guanipas, cuando al trasponer El Portachuelo vió aparecer ante sus ojos acostumbrados a la pequeñez del poblado, la ciudad rendida a las faldas del Avila majestuoso, cubriendo una extensión que tenía que parecerle inmensa, con sus rojos tejados entre los cuales surgía, aquí y allá la verde fronda de sus plazas y de los jardines de sus patios y corrales, con sus calles largas que iban a morir al pié del monte y las torres y cúpulas de sus templos, toda ella envuelta en una como dorada aureola que le formaban los rayos sesgados del sol de la tarde.

Más, pasado el monumento de Carabobo, la animación del tráfico de automóviles que por allí comenzaba a ser mayor, la fue distrayendo poco a poco, y cuando el coche cruzó hacia el puente, el espectáculo del paseo, imponente para ella, y verdaderamente animado y pintoresco, acabó de cultivar su mente. La doble y continuada hilera de vehículos que se deslizaba lentamente a lo largo de la avenida, el lujo de las mujeres que iban dentro de ellos, apreciado en todos sus pormenores, con esa visión rápida y cerrera que para tales cosas tienen las mujeres, la ilusión de gran ciudad que todo eso daba y, por añadidura, el encanto de la tarde sobre el paisaje: la maravilla de color y de armonía del Avila, limpio y vigoroso el trazo de sus cumbres sobre el azul purísimo del cielo, arrobadora la belleza de aquellas líneas con que iban muriendo las lomas en la serenidad del valle; la dulzura de la luz sobre las vegas silenciosas, la paz de los sauces escoltando al río.

Reinaldo Solar. Primera Jornada IV

Transcrito por: Guillermo Sáez Álvarez
del libro: La Geografía Venezolana en
la Obra de Rómulo Gallegos,
por Juan Liscano. 1984.

domingo, 24 de agosto de 2014

ASCENSION A EL AVILA,

hoy llamado Waraira Repano...




Transcrito por:
Guillermo Sáez Álvarez

La ascensión fue penosa. El sendero se empinaba, intransitable, por un terreno resbaladizo y que se desmoronaba bajo las plantas, cerro abajo, luego, por entre los tupidos y pendientes arrezafes, cuyas ásperas ramas azotaban y rasgaban los rostros; por inverosímiles cuestas de rocas cubiertas de helechales rastreros, desamparados de sombra, caldeadas por el quemante sol de las alturas; por vericuetos inaccesibles, en los cuales medraba una vegetación sequiza que sugería y acrecentaba la sensación de la sed.

Al mediodía, ya en la fila, hicieron alto para almorzar en un sitio apacible y fresco. Era un vallecito rodeado por todas partes de topes roqueños y cubierto por un césped de verde tierno, bajo el cual se escondían pequeños cilancos de un agua pura y fría. A un lado había un carrizal; en el centro, un arbusto solitario, de tronco ennegrecido y hojas lucientes y quebradizas que daban un suave olor de incienso. En aquel sitio, parecía condensarse la soledad y el silencio de las alturas en una paz honda, que llenaba el espíritu de vagas melancolías.

 - En marcha, en marcha- y emprendió la subida de la cuesta que remataba en la fila.

Caminaron largo rato por ella, entre las brumas que se levantaban de la parte del mar, arropando los roquedales, deslizándose por las laderas, envolviendo toda la montaña en sus velos desvanecientes, a través de los cuales, en paradojas de perspectivas, las cosas cercanas parecían enormes y distantes. Iban por el filo de la serranía siguiendo un vago sendero que apenas se marcaba entre la vegetación rastrera de las alturas, compuesta de frailejones y matojos de hojas extrañas y de vivos y variados colores, y que a cada paso desaparecía en las eminencias formadas por aglomeraciones de piedras sostenidas en absurdos equilibrios, o por rocas enterizas, de un vago color rosa o verduzco, limpias de aristas y dentellones, como si el perenne y suave rodar de las neblinas las hubiera aromado.



Al atardecer llegaron a una plataforma rodeada de grandes masas de rocas que la guarecían de los vientos cumbreños. El suelo estaba formado por una greda blanquecina, sembrada de numerosos hoyos de escaso diámetro que parecían huellas de animales que anduviesen en bandadas, y en el fondo de las cuales se empozara el agua de las nubes rastreras. Las piedras de un tono verdoso, manchadas de líquenes planteados, tenían inscripciones que daban constancia de cuanta gente anónima visitara el sitio, y en las espeluncas, que formaban en su aglomeración ciclópea, veían restos del fuego encendido por los excursionistas que habían pernoctado en ellas.

Con la puesta del sol reposó el viento que ululaba entre los filos de las peñas, atriando la neblina, y al descorrerse el blanco cortinaje, surgió la montaña, fantástica, imponente. Una luz dorada resplandeció un momento sobre los Picos; luego se deshizo en suaves tintas violadas; lució después el verde espectral de las cumbres musgosas, el azul delicuescente del anochecer de las alturas, la claridad fantasmal de la luna.

Así pasó toda la noche, arrullado por la monótona conversación de los peones que velaban en torno a la fogata. Cuando la luna llena rozaba el borde sombrío de la Silla y empezaban a verse las últimas estrellas de la noche, abandonó la gruta donde estaba guarnecido gritando a Ortigales-

 - ¡Arriba! ¡Arriba!. Que nos coge el día.

Ortigales surgió de su guarida, tiritando de frío y se acercó a la lumbre donde ya los peones calentaban el café.

Luego se pusieron en marcha, precedidos por Reinaldo, que tenía prisa por llegar al Pico antes que saliera el sol, atravesando tupidos bosquecillos de carrizos emparamados, trepando por las escarpadas de los peñascos que formaban tortuosos laberintos.

Coronado el Pico esperaron el amanecer en silencio, de pié sobre la roca, sin atreverse a turbar la augusta serenidad de las alturas. Abajo, en el mar, un místico sendero de plata se extendía sobre las aguas dormidas y obscuras, hacia el ocaso lunar; de arriba, del polvo luminoso de las constelaciones caía sobre la montaña una turbia claridad; en los confines del mar comenzaron a encenderse vagos carmines; luego el alba empezó a mover, tras el horizonte sus maravillosos espejos; primero un reborde de luz sobre una ceja de monte lejano; en seguida, un jardín de arreboles cambiantes; de súbito, un chorro de oro, y ¡ al fin, el sol!.

Ortigales dio un grito; a los lejos, en el mar, sobre el cielo, la silueta del pico proyectaba un triángulo de sombra.

Reinaldo exclamó, maquinalmente:

 - ¡Cállate! ¡No hables!



El compañero lo vio transfigurarse, como un iluminado. Sus ojos atónitos recogían la belleza esparcida por el mundo. De un lado, el mar era un inmenso esmalte azul, en cuyo desvaneciente confín de suaves amaneceres reposaban vagas sombras violáceas de remotos islotes, como ballenas dormidas hasta el alba; del otro lado, las tierras, los riscachales de la ríspida cresta de Naiguatá, sembrada de rocas sueltas que hacían pensar en el fragor de gigantescos desmoronamientos; el dromedario colosal de La Silla, parado en su marcha hacia el valle de Caracas, con una resplandeciente gualdrapa sobre las gibas; la montaña toda desperezando en la luz su nervura formidable, cortada de abismos vertiginosos, áspera en los fragosos peñascos de los voladeros, suave en us laderas tendidas que bajaban cubiertas de raso joyantes de los pajonales, arrezagando la felpa azulosa de las hondonadas, dentro de los cuales la voz de los torrentes formaba ese fondo rumoroso de los grandes silencios de las montañas. Abajo, en las faldas, suaves lomas y quietas llanadas, surcadas de senderos, moteadas de cultivos; el valle, en el fondo, cubierto de grumos inmóviles que parecían rebaños dormidos; más allá, las cordilleras de colinas que se metían, tierra adentro, azules, con toques de sol, como un escarceo de otro fantástico mar ; los grupos de pueblos y caseríos pequeños y dispersos a grandes trechos, en los vallecitos por donde iba el alba saltando; la remota franja de dorados celajes de llanuras que cerraban el horizonte….! ¡Todo el paisaje de la tierra natal que es una embriaguez de luz y de color!

(Primera parte. El último Solar) Tomado
del libro La Geografía Venezolana en la
Obra de Rómulo Gallegos, de Juan Liscano.

Transcrito por:
Guillermo Sáez Álvarez,
17 de agosto de 2014.