o historia tragicómica de una receta...
"Que se tenga a las Bejarano como blancas aunque sean negras" dice el decreto del Rey Carlos IV, en la Real Cédula que las Bejarano pudieron comparar en el año 1793, con el dinero que les permitió ganar la venta de la torta Bejarana en Caracas. Estas hermanas pardas se hicieron famosas en la ciudad gracias a esta receta. Hoy, esta torta, se considera parte de la repostería más tradicional venezolana...
Tomado de: CHEFURI.COM
Se iniciaba la última década del siglo XVIII, siendo rey de España Carlos IV, casado con María Luisa de Parma, ambos influenciados por Manuel Godoy. En Caracas, la alta sociedad se encontraba entusiasmada por la última novedad reposteril: la torta que hacían las hermanas Bejarano. Al punto que los caraqueños se encontraban divididos en dos bandos: los que habían probado dicha torta y aquellos que aún no lo habían hecho.
En la Caracas de los siglos XVII y XVIII cualquier novedad era bien recibida ya que a la colonia le estaba prohibido mantener relaciones, importar o exportar objetos, incluyendo telas, bebidas, maquinaria, libros, ron o cacao de cualquier país que no fuera España lo cual, por supuesto, era una incitación al contrabando. Era una sociedad en permanente estado de aburrimiento.
Así que la torta bejarana fue un éxito y que el dinero ingresó con abundancia a la familia, yendo a sumarse al que las malas lenguas decían que ya tenían como producto del contrabando. A las tres hermanitas Bejarano, Magdalena, Eduvigis y Belén, -que la tradición nos indica que eran muy bonitas, de ojos y pelo negros, manos y pies pequeños, cintura estrecha, amplias caderas y piel levemente morena- no tardaron en aparecerles pretendientes, algunos de ellos muy buenos partidos, incluyendo blancos peninsulares. Y aquí empieza el problema, ya que las Bejarano pertenecían a la casta de los pardos.
En el siglo XVIII la sociedad venezolana, que contaba con unas 900.000 mil personas, estaba compuesta por una serie de castas: los blancos peninsulares (aproximadamente unas 20.000 personas) ocupaban los altos cargos de la administración civil y militar. Los blancos criollos, que incluían a nativos de las Islas Canarias, a descendientes de los conquistadores e indias y a hijos de españoles cuyos padres se habían asentado en América, no sobrepasaban las 200.000 mil personas, pero incluso entre ellos había divisiones entre las que se puede señalar la de los “blancos de orilla”, por lo general los canarios o españoles empobrecidos, que solían ocupar el antiguo barrio de La Candelaria.
Luego venían los pardos, casta ésta que agrupaba a mestizos (hijos de español e india), mulatos (español y negra), zambos (indio y negra) y una serie de subdivisiones que tenían en cuenta el número de generaciones habidas desde el último antepasado no blanco y, por último, los grupos mas reducidos de indios y negros, fueran estos esclavos o libertos.
A los pardos, las leyes españolas les prohibían el acceso a los cargos públicos, por insignificantes que fuesen. No podían servir en el ejército.
Les estaba negada la instrucción académica. Estaba prohibido que se casasen con personas blancas e igualmente estaban impedidos de vestir con telas lujosas (sedas, tafetanes, encajes y terciopelos en el caso de las mujeres), usar joyas de oro o adornadas con perlas o diamantes, utilizar el manto que distinguía a las damas blancas de alta clase -y que dio origen a que dicha clase se la conozca con el nombre de “mantuanos”- , rezar en las iglesias reservadas a los blancos y utilizar alfombrillas para arrodillarse al rezar.
El 3 de junio de 1.793 se promulgó la Real Cédula de “Gracias al sacar” la cual establecía que los pardos podían lograr la dispensa de su condición mediante el pago al fisco real de cantidades de dinero que variaban según el favor al que se aspiraba. Así, se dispensaba de la calidad de pardo o de quinterón, o se podía obtener el derecho al tratamiento de “Don”, mediante el pago de mil quinientos pesos.
Lógicamente, las Bejarano vieron el cielo abierto y se apresuraron a solicitar la dispensa de la calidad de pardas, pagando lo que se les exigía. Y así, según dice la tradición, un buen día les llegó la disposición real según la cual se ordenaba que “sean tenidas por blancas las Bejarano” -y la malicia popular agregaba “aunque negras sean”-. Pero las chicas no contaban con la reacción de los mantuanos quienes, en 1.796, suplicaron al Rey que suspendiese la aplicación de la Real Cédula, especialmente en las partes que trataban de “dispensación de calidad de pardos y quinterones y títulos de Don” y, entre otros razonamientos, alegaban que “solo ellos (los criollos) conocen desde que nacen o por el transcurso de muchos años de trato en ella, la inmensa distancia que separa a los blancos de los pardos: la ventaja y superioridad de aquellos y la bajeza y subordinación de éstos.
Dígnese V.M. considerar: ¿Cómo es posible que los Vecinos y Naturales blancos de esta Provincia admitan a su lado por individuos de su clase para alternar con él a un mulato descendiente de sus propios esclavos o de los de sus padres?, ¿A un mulato que puede señalar sus parientes en cualquier servidumbre? y ¿A un mulato de un nacimiento afeado por un encadenamiento de bastardías y torpezas?”
Aunque la Real Cédula de “Gracias al sacar” no fue suspendida, tal vez como consecuencia de dicha solicitud o por cualquier otra razón, cuando las Bejarano solicitaron se les concediera el derecho de recibir el tratamiento de “Doñas”, les fue negado, agregando el Rey en su mandato que “a pesar de ser tenidas por blancas, no son blancas las Bejarano”. Pero, blancas o pardas, de ellas permanece el recuerdo gracias al trato injusto de que fueron objeto y a la torta que lleva su nombre.
RECETA DE LA TORTA BEJARANA
Ingredientes:
600 grs. de papelón en trocitos, 12 clavos de especie y 2 1/2 tazas de agua para hacer un melado o 2 tazas de melado de papelón
4 cucharadas de semillas de ajonjolí (sésamo) tostadas
2 cucharadas de mantequilla para engrasar el molde
2 plátanos (musa sapientum, una variedad de banano que solo se puede comer cocida).
4 cucharadas de mantequilla
2 huevos
¼ de cucharadita de bicarbonato de sodio
1 1/3 de taza de pan de horno rallado (especie de galletas hechas de harina de maíz cariaco, pimienta dulce, papelón, manteca de res y de cerdo y huevo)
1 taza de pan seco molido
¼ de cucharadita de pimienta dulce molida
1/8 de cucharadita de canela molida
1 taza de queso blanco duro, tipo llanero, rallado fino
¼ de taza de vino dulce moscatel
Preparación:
Empezar preparando un molde de vidrio de los que pueden ir al horno (25x15x5 cm.) Forrarlo con papel engrasado y volver a engrasar con mantequilla. Rociar el fondo con una cucharada de pan seco molido y una del ajonjolí tostado.
Hornear los plátanos dentro de su piel, haciéndoles previamente un corte longitudinal, por unos 30 minutos, hasta que ablanden. Quitar la piel, cortarlos a lo largo y retirar las venas que tienen por dentro. Ponerlos en la batidora eléctrica y batirlos hasta que formen una crema, junto con las 4 cucharadas de mantequilla. . Agregar luego los huevos, el bicarbonato, el pan de horno, el pan rallado, la pimienta dulce, la canela, dos cucharadas de ajonjolí y el melado. Batir unos 5 minutos y añadir el queso y el vino. Batir dos minutos más, verter en el molde, alisa la superficie con el dorso de una cuchara o con una espátula, rociar con el resto del ajonjolí y hornear a 375ºF por una hora o hasta que al meter el palillo salga seco.
Dejar reposar unos 5 minutos y desmoldar sobre una bandeja de servir. Retirar el papel.
Tomado de: CHEFURI.COM
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