lunes, 25 de agosto de 2014

LA CIUDAD Y EL MONTE,

o Caracas al pié del Waraira Repano…


Culminan las montañas en pico y los pueblos en hombres.
José Marti



Transcripción de:
Guillermo Sáez Álvarez

De las barrancas, en la tranquilidad de la tarde, subía el monótono canto del sauce, ululaba el viento sobre las lomas y por entre los enjutos arcaduces del monte.  En su recinto de colinas azules, la campiña, joyante al capricho pintoresco del sol de los araguatos; sobre el claro ocaso la silueta de la ciudad: cimeras de chaguaramos, geométricos  perfiles de cipreses y araucarias, distantes, dos cúpulas gemelas; una ceja de monte en la brusca fuga  del alba.  Sobre el panorama, altanero y jarifo, el Ávila en reposo.

(El apoyo)

El paisaje eran formas serenas y nombres ilustres, colores brillantes y  memorias imperecederas.  El Ávila, Bello Monte, los cafetales del fruto en sazón… Las huellas de Humboldt en el orgullo de la cumbre empinada y en la gracia de la colina tierna, la obra del padre Mohedano sazonando su esencia cordial a la sombra nemorosa de los bucares.  Los cañaverales acendrando sus mieles, ya doradas en el rayo tendido  del sol;  el carro de bueyes por los callejones bordados de saces pensativos y el viajero emocionado escuchando

Apenas  de  un carro vacilante

Se oye a distancia el desigual rumor.

Los chaguaramos altaneros, arpa del atardecer el penacho de las plumas quietas, con trinos de chirulíes y rajeos de azulejos;  los gigantescos mijaos, bosques de ramas para los nidos de todos los pájaros del valle;  los torreones de los trapiches dando su humo laborioso al aire descuidado.  Acaso cantares de esclavos en el corte del tablón, con dejos de memorias  que buscan recuerdos perdidos.  De rato en rato, olor de melado que endulza el viento suave: de trecho en trecho rumor de  acequias…La  algarabía de la atardecida vuelta de las guacharacas, y el silencio de los boscosos cangilones, por donde a saltos venía bajando el Sebucán.  El  franciscano reposo del monte, tendida la estameña  del crepúsculo, beata la paz de las cumbres de la Silla de Caracas….  La melancólica evocación del indio, despojado señor de aquellas tierras que conservan las palabras, guaruras caídas en la derrota:  Chacao, Petare, el rumoroso encuentro del Aurimare con el Guaire  que alimentó el  Macarao….La sorpresa siempre emocionante
de la Cortada transpuesta:  cumbres, lomas, laderas, quiebras y hondonadas, lejanías azules y esa serenidad religiosa en que se sumergen las montañas para el encendimiento de las estrellas, honda hasta el rumor del agua que corre allá abajo, tierna en el piar fugitivo de los pájaros que vienen recogiendo el vuelo, dulce como una tristeza que diera la felicidad…

(Las Vacaciones del Humanista. Pobre Negro.)

Transcrito por Guillermo Sáez Álvarez, 
15 de agosto de 2014.
Del  libro La Geografía Venezolana en
la Obra de Rómulo Gallegos, de
Juan Liscano. 1984.



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