o, la Plaza Venezuela y sus alrededores...
Hasta 1965 funcionó, al lado de la bomba de la Plaza Venezuela, el famoso restaurant de Toni Grandi, que ofrecía buena mesa, música y shows (allí se despidió Pedro Vargas de Venezuela). En esa bomba le daba agua a su caballo el cochero Isidoro Cabrera, quien solía trasladarse al este para ir a cazar a los clientes en el restaurante Héctors de la Avenida Casanova, o parranderos que quisieran salir a dar una serenata. Muchas veces se encaramó en su coche, acompañado de unos músicos, algún marido trasnochado que de ese modo ganaba indulgencias con su mujer, quien no tenía más remedio que hacer que todos pasaran adelante a continuar la fiesta. Ya entonces era la Gran Avenida un lugar predilecto de los trasnochadores, si bien los músicos se mantenían frente al Toni para ligar sus clientes.
BOMBA EN LA PLAZA VENEZUELA |
Por: Luis Rondón
sábado 9 june 2012
Ubicada entre Sabana Grande y la Plaza Venezuela, la Gran Avenida fue construida en 1955 y albergaba muchos comercios, incluyendo el cabaret Todo París y la famosa arepera de los Hermanos Álvarez (al lado de la floristería de las hermanas Belloso), donde fue inventada la “reina pepeada” (en honor a Susana Djuim, que acababa de ser electa Miss Mundo). Entonces funcionaba, desde 1945 y frente al Vert Galán, el edificio Los Andes. Bajando estaba la Panificadora Caracas, que puso de moda los cachitos de jamón y los “pirulís”, que eran unos pancitos para pasa palos que se rellenaban con una mezcla de jamón endiablado, queso rallado y mayonesa. En el edificio Los Andes era conspicuo El Rincón de Ella. Esta boîte pertenecía a la chilena Graciela Luna cuyo nombre artístico era Ella la inolvidable (“la inolvidable” se lo agregaron en Cuba en 1955). En lo personal, a esta cantante la protegía Pastor Suárez, presidente del Concejo Municipal de Sucre pero, por debajo cuerda, ella era amiga del famoso luchador Gustavo Seclén Menchola “El chiclayano”, a quien la cantante animó a escribir canciones pero ya él incursionaba en eso, desde que hizo una gira por Cuba en 1952 con un grupo que incluía a Rita Montaner, cuyo esposo era un colega suyo también peruano. En El Rincón de Ella había música, pero ésta fue mejorada con shows al voltear la esquina, pues en los altos del Cine Radio City se instaló un cabaret que presentaba cantantes y orquestas, si bien éste fue luego convertido en billares donde era una fija un tipo apodado “El capitán”, que manejaba por igual el taco de billar que la guitarra.
Además del Radio City, también florecieron en Sabana Grande los cines Las Acacias, Metropol, Río y el Broadway. El Metropol fue luego alquilado por Venevisión para transmitir Sábado Sensacional con Amador Bendayán. Fue desde ese teatro donde se promovió —y se impuso— la gaita en Caracas. Al restaurante ubicado a un costado del Cine Broadway (de una extranjera llamada Natasha) iban a recalar los trasnochadores para el trago del estribo y una buena sopa de cebolla.
En el otro extremo de Sabana Grande, cerca del Gran Café, cobró vida el pasaje Galerías Bolívar, que albergó a Dominicana de Aviación (gerenciado por el músico Rafael Minaya, retirado en 1952), la Barbería Bolívar y al Bodegón da Beppi, que tal vez fue el primero en ofrecer exquisiteces en el este. Allí también quedaba el Píccolo Bar y, en la esquina de la Savoy, La Pompadour. Este night-club lo regentaba la franco-argentina Lidia Fruirst y de allí surgieron dos figuras de las tablas: la cantante Adilia Castillo, que allí se inició bailando, y la argentina Isabel Martínez (María Estela Martínez Carta), que también fue bailarina en el Pasapoga y luego presidenta de Argentina con el apellido de Juan Domingo Perón.
Perón era asiduo al “Callejón de la puñalada” (Pasaje Asunción), donde visitaba una tasquita que era propiedad de los hermanos José Luis y Pablo Dobarro. Allí se reunía con los periodistas pero prefería la compañía femenina. Por ese entonces enamoraba a Isabel Martínez, al ésta comenzar a bailar en el Pasapoga (inaugurado en 1955 en el edificio Karam de la nueva Avenida Urdaneta), a donde Perón iba a visitarla. Generalmente, pasaba por la casa de Pedro Cruz Bajares en San Román, antes de irse al cabaret, lo cual hacía manejando un pequeño auto Opel. El Pasapoga pertenecía a Pepe Arriaga, también propietario de El Chicote, que estaba ubicado a dos cuadras hacia el norte de la tienda del hogar Domus (ahora un enorme edificio). En El Chicote se reunían grupos encabezados por Marcelino y Juancho Madriz; pero otros preferían el Tic Tac (en la Avenida Bolivia, detrás de la Gran Avenida). Ese bar era de la belga “Susana Castell”, llamada Susy (su apellido real era Van der Brande Ducatteew). En el penthouse de un edificio cercano vivía Reinaldo Espinoza Hernández, creador del programa radial Fantasías Dominicales, que llevó al público la música académica (la “clásica”). Reinaldo, que fue uno de los descubridores del Indio Figueredo, tenía la franquicia del concurso Miss Venezuela, la cual le vendió en los cincuenta a Pan American Airways (que todavía no era Pan Am).
Después de convertida en boulevard, la otrora exclusiva Calle Real de Sabana Grande se convirtió en lugar de recreo para los ciudadanos, que ahora van allí a visitar sus innumerables tiendas de calzado y ropa, y a distraerse paseando y viendo las pintacaritas y estatuas vivientes, magos y payasos, músicos del Altiplano disfrazados de indios Sioux y hasta un simpático personaje (Makarrony) que baila salsa con una gigantesca muñeca de trapo.
La paralela al norte del boulevard es la Avenida Francisco Solano López, personaje paraguayo que fue biografiado por el historiador J. A. Cova durante su exilio perezjimenista. Esa avenida fue “tomada” por la “República del Este”, que era una heterogénea mezcla de intelectuales, artistas, escritores, poetas y músicos que formaron una peña contestataria en donde invariablemente recurrían al humor y a la sátira para descargar todo lo ortodoxo.
En la Solano fueron conocidos (aunque, algunos desaparecidos pero la mayoría aún funcionando): el Versalles de la Madame del Todo París, el cual fue un lujosísimo y efímero cabaret; La Huerta, Il Vecchio Mulino, El Caserío, La Quintana, El Lagar, La Bajada (un pequeño bar, así llamado porque se ubicaba en un sótano) y el famosísimo Urrutia. Cercano a este último todavía permanece El Maní Es Así, que tuvo su mejor época cuando su propietaria era la abogada Perla Castillo.
Pero el epicentro de tertulias —sin licor— eran los cafés, que se remontaban al alto siglo diecinueve. El más famoso de ellos en ese entonces fue el Café del Ávila del músico Ildefonso Meserón, quien ofrecía un ambiente grato para los intelectuales y artistas de Caracas. En ese Café tuvo lugar la primera exposición de bellas artes que se presentó en Caracas. Como el inglés James Mudie Spence se marchaba a Europa con su colección de pinturas, dibujos y fotografías, se decidió ambientar el salón del Café para exponerla. A tal efecto, dispuso Meserón una exhibición con objetos de escultura colocados sobre las mesas, mientras que en las paredes, cubiertas de tela azul, colgaban literalmente de arriba abajo multitud de fotografías, cartones y cuadros. Naturalmente, hubo recitaciones y, sobre todo, música. Jacinto Gutiérrez, padre de Pedro Elías Gutiérrez, recitó mientras que Eduardo Calcaño presentó un dúo de cornetas con acompañamiento de piano.
Como los caraqueños estaban acostumbrados a ver en sus casas particulares paisajes o retratos de familiares, o imágenes de santos, la exposición fue una auténtica novedad. En la exhibición participaron muchos artistas que ofrecieron paisajes de Venezuela y los consabidos motivos religiosos. Uno de estos, perteneciente a Pedro Herrera Vegas, era una reproducción de La virgen de los pañales.
El evento fue favorablemente comentado y el público se mostró muy entusiasta; sin embargo, en referencia al cuadro de Herrera Vegas, ocurrió que al filtrarse al pueblo la noticia de la exposición, se regó la voz de que “en el Café está expuesto un cuadro de la virgen en pañales”
Tomado de:
La Hemeroteca de Luis Rondón
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