cuento de raigambre venezolana...
A mi hermano: Fredy Ramón Pacheco
Pintor, poeta, bohemio y camarada
Pintor, poeta, bohemio y camarada
En el bochorno de una tarde caraqueña trato de recordar aquellos años, que cuando mozo, acompañaba los arreos de ganado a fin de sacarlos, durante el invierno criollo, de los esteros del río Caparo... de ese amado Caparo que está en mis recuerdos ligado para siempre a la bella y cálida tierra de Barinas de mi adolescencia, con sus prietas mozas, rebosantes de vida e inocencia, prestas a caer en las redes de un pichón de don Juan capitalino...
La sabana reluciente de esmeralda regada con las primeras lluvias resplandecía bajo un sol ardiente colocado ya en su cenit... Las "matas" rompían la monotonía del llano, mar de tierra que al horizonte rebosa... Las pozas hervían en caribes llenos de furia hambrienta producto de todo un verano de abstinencia, y en sus alrededores un sinnúmero de chigüires y babas esperaban el arreciar de las lluvias para así dar fin a su calvario de estío... La vaina aterciopelada de la picapica junto con las cerdosas y amenazantes hojas de la pringamoza te recordaban, por momentos, que no solo la cascabel o la mapanare en su desbocada caza de sapos, que nos rodeaban por doquier, podían darte un mal momento o un gran susto...
El olor agridulce de la bosta te recordaba que llevabas reses cursientas, purgadas por el pasto joven del naciente invierno... la marcha por momentos se tornaba lenta... pesada... en un zigzag acompañado de un abrir y cerrar de falsos para pasar las cercas de los diferentes fundos en donde se nos unían hombres y bestias con el mismo destino... Caracoleaban los caballos nerviosos de faena, quienes habiendo olvidado su querencia, buscaban por sí mismos al animal separado... La sabandija del hambre mordiéndote el estómago te recordaba constantemente de que a las cinco de la mañana recibió tan solo un guayoyo aguarapao...
Almuerzo frugal, salado y calentado con el sudor del jamelgo, y seguir en la faena hasta las cuatro o cinco de la tarde... buscar un sitio para pasar, hombres y bestias, la noche; un horcón en donde guindar tu chinchorro... tratar de encontrar además, un poco de bosta seca para espantar la plaga que de todo tipo y tamaño inclemente te agredían... En una chispeante fogata en madera húmeda se chamusca las la carne de un escuálido chigüire quien sucumbió ante el certero disparo de Tarazona, nuestro caporal de faena... una carterita de caña blanca rota para, que de a trago por cabeza, mejorase un apetito que a esas horas no admitía medra...
Alguien que rasga un cuatro... José, nuestro cantor y coplero... ¡Bachiller, bachiller!... alguien me grita: ¡Mándese con lo de la Rosalinda!... Pero ese invierno, y escondido entre mi macuto, llevaba un amarillento poemario de Andrés Eloy Blanco...
"Como no va estar llorando, si pasó la comisión y le dejó el corazón como capilla sin santo..." me arranqué en viva voz... observé de reojo como su atención se acrecentaba y como la peonada que no se había acercado al bracero lo hacía silenciosamente... y luego, los pasee por Chachopo de la mano Luz Caraballo... Les pinte angelitos negros... Rasgué la guitarra de Venancio Laya... Los hice transitar por la renuncia... Les mostré como el río se ponía en cinta de la estrella... y junto a ellos canté a los hijos con poemas de amor a Giraluna...
- "¡Mire bachiller párese, pare la recitadera!"... Exclama, de repente, Tarazona... "Ese coplero suyo es bien arrequintao y habla requete boníto"... agregó a continuación...
Levanto la cabeza de mi libro y veo al hombre... dos surcos de lágrimas cruzaban sus terrosas mejillas...
- "Mire Carajo..." me dijo... "yo nunca he sido estudiao... de sute no jui a la escuela... pero si me el libro me da, le juro que aprendo a leer"...
Ese invierno y a la tremolante luz de una vela le di, sobre el poemario de Andrés Eloy, las primeras letras al rudo hombre llanero...
Al año siguiente le lleve dos discos, esos que grabara el poeta en México, con su propia voz y antes de su prematura partida... un poemario de Ernesto Luis Rodríguez... El hombre ya leía de corrido... ayudaba a sus hijos en tareas escolares, y con orgullo hizo que el mayor me recitara de memoria la "Leyenda del Horcón" que alguien le había prestado.
No supe ya más de Tarazona... la muerte de mi padre, el tiempo la distancia nos separaron... nuestras vidas tomaron rumbos diferentes... estando en la montaña conocí a muchos como él... insistí en las clases de lectura que impartí siempre que pude... más la sensibilidad descubierta en ese curtido hombre, del llano venezolano, jamás la volví a encontrar...
Años después... adentrado en aquellas serranías de esperanza y en eterna lucha con garrapatas, miedo, hambre y frío, en la sempiterna huida de aquellos hombres vestidos de verde que buscaban nuestro exterminio a toda costa, recordaba las lágrimas de aquel arriero llanero, tal vez buscando mi consuelo o tratando ocultar con ellas las mías...
Tarazona en cierto modo me ayudó... me hizo ser mas humano... me enseño en la práctica la esencia y realidad del socialismo, que en aquellos años sólo eran teorías de libros o frases escuchadas en los labios del insigne medico y camarada de corazón Gallegos Mancera...
Tarazona me enseñó además que la poesía y el romanticismo no requieren de cultura, que le sobran las Sofías Imber y los Boulton, falsos mecenas y traficantes de arte... Que lo bello se ama por lo bello mismo y no por que alguien te enseñe a amarlo...
La sabana reluciente de esmeralda regada con las primeras lluvias resplandecía bajo un sol ardiente colocado ya en su cenit... Las "matas" rompían la monotonía del llano, mar de tierra que al horizonte rebosa... Las pozas hervían en caribes llenos de furia hambrienta producto de todo un verano de abstinencia, y en sus alrededores un sinnúmero de chigüires y babas esperaban el arreciar de las lluvias para así dar fin a su calvario de estío... La vaina aterciopelada de la picapica junto con las cerdosas y amenazantes hojas de la pringamoza te recordaban, por momentos, que no solo la cascabel o la mapanare en su desbocada caza de sapos, que nos rodeaban por doquier, podían darte un mal momento o un gran susto...
El olor agridulce de la bosta te recordaba que llevabas reses cursientas, purgadas por el pasto joven del naciente invierno... la marcha por momentos se tornaba lenta... pesada... en un zigzag acompañado de un abrir y cerrar de falsos para pasar las cercas de los diferentes fundos en donde se nos unían hombres y bestias con el mismo destino... Caracoleaban los caballos nerviosos de faena, quienes habiendo olvidado su querencia, buscaban por sí mismos al animal separado... La sabandija del hambre mordiéndote el estómago te recordaba constantemente de que a las cinco de la mañana recibió tan solo un guayoyo aguarapao...
Almuerzo frugal, salado y calentado con el sudor del jamelgo, y seguir en la faena hasta las cuatro o cinco de la tarde... buscar un sitio para pasar, hombres y bestias, la noche; un horcón en donde guindar tu chinchorro... tratar de encontrar además, un poco de bosta seca para espantar la plaga que de todo tipo y tamaño inclemente te agredían... En una chispeante fogata en madera húmeda se chamusca las la carne de un escuálido chigüire quien sucumbió ante el certero disparo de Tarazona, nuestro caporal de faena... una carterita de caña blanca rota para, que de a trago por cabeza, mejorase un apetito que a esas horas no admitía medra...
Alguien que rasga un cuatro... José, nuestro cantor y coplero... ¡Bachiller, bachiller!... alguien me grita: ¡Mándese con lo de la Rosalinda!... Pero ese invierno, y escondido entre mi macuto, llevaba un amarillento poemario de Andrés Eloy Blanco...
"Como no va estar llorando, si pasó la comisión y le dejó el corazón como capilla sin santo..." me arranqué en viva voz... observé de reojo como su atención se acrecentaba y como la peonada que no se había acercado al bracero lo hacía silenciosamente... y luego, los pasee por Chachopo de la mano Luz Caraballo... Les pinte angelitos negros... Rasgué la guitarra de Venancio Laya... Los hice transitar por la renuncia... Les mostré como el río se ponía en cinta de la estrella... y junto a ellos canté a los hijos con poemas de amor a Giraluna...
- "¡Mire bachiller párese, pare la recitadera!"... Exclama, de repente, Tarazona... "Ese coplero suyo es bien arrequintao y habla requete boníto"... agregó a continuación...
Levanto la cabeza de mi libro y veo al hombre... dos surcos de lágrimas cruzaban sus terrosas mejillas...
- "Mire Carajo..." me dijo... "yo nunca he sido estudiao... de sute no jui a la escuela... pero si me el libro me da, le juro que aprendo a leer"...
Ese invierno y a la tremolante luz de una vela le di, sobre el poemario de Andrés Eloy, las primeras letras al rudo hombre llanero...
Al año siguiente le lleve dos discos, esos que grabara el poeta en México, con su propia voz y antes de su prematura partida... un poemario de Ernesto Luis Rodríguez... El hombre ya leía de corrido... ayudaba a sus hijos en tareas escolares, y con orgullo hizo que el mayor me recitara de memoria la "Leyenda del Horcón" que alguien le había prestado.
No supe ya más de Tarazona... la muerte de mi padre, el tiempo la distancia nos separaron... nuestras vidas tomaron rumbos diferentes... estando en la montaña conocí a muchos como él... insistí en las clases de lectura que impartí siempre que pude... más la sensibilidad descubierta en ese curtido hombre, del llano venezolano, jamás la volví a encontrar...
Años después... adentrado en aquellas serranías de esperanza y en eterna lucha con garrapatas, miedo, hambre y frío, en la sempiterna huida de aquellos hombres vestidos de verde que buscaban nuestro exterminio a toda costa, recordaba las lágrimas de aquel arriero llanero, tal vez buscando mi consuelo o tratando ocultar con ellas las mías...
Tarazona en cierto modo me ayudó... me hizo ser mas humano... me enseño en la práctica la esencia y realidad del socialismo, que en aquellos años sólo eran teorías de libros o frases escuchadas en los labios del insigne medico y camarada de corazón Gallegos Mancera...
Tarazona me enseñó además que la poesía y el romanticismo no requieren de cultura, que le sobran las Sofías Imber y los Boulton, falsos mecenas y traficantes de arte... Que lo bello se ama por lo bello mismo y no por que alguien te enseñe a amarlo...
Aprendí, además, que si no amas lo bello no amas la vida...
J.W. de Wekker Vegas
22 de mayo de 1999
22 de mayo de 1999
Perdonen mis lectores de otras tierras el lenguaje coloquial de esta historia... más si entender bien, quieren la misma... les dejo un breve diccionario de nacionalismos y regionalismos:
Arrequintao: "Arrecho" individuo de mucho temperamento.
Arriero: Quien conduce reses.
Baba: Caimán, cocodrilo de pequeña envergadura (1 a 2 Mts.)
Cascabel: Culebra venenosa, orden de los Crótalos
Caparo: Río del Norte del Estado Barinas, bordea el pueblo de Santa
Barbara en plena lanura (pampa) venezolana; a uno 160 Km. de la capital
del estado y 700 del de la República.
Caribes: Peces carnívoros de gran agresividad.
Carterita: (de baña blanca) Botella pequeña y plana, de aguardiente (ron blanco)
Chigüire: Capibara, roedor de gran tamaño.
Chinchorro: Hamaca, cama de origen indígena.
Comisión: Recluta de conscriptos a la fuerza.
Cuatro: Guitarrilla típica con cuatro cuerdas.
Esteros: Bajíos, zonas de inundación en invierno.
Falso(s): Entrada, portón de una cerca de alambres de púas.
Guayoyo: "aguarapado" Café claro colado con agua de papelón (azúcar negra)
Llanero: Gaucho, hombre de sabana (llano, Pampa)
Macuto: Bolso de piel o sisal que se tercia al hombro, contiene bastimentos
y efectos personales, junto con un chinchorro y una cobija es todo el equipaje
del llanero en faena.
Mapanare: Culebra venenosa, orden de los Botrox.
Matas: Grupo de árboles que cual islas tachonan la sabana (Llanura)
Montaña: (estar en) Actividades guerrilleras de los años 60´s
Picapica: Enredadera que produce una vaina cubierta de un pelillo sumamente
irritante
Pringamoza: "Guaritoto", Ortiga, arbusto muy irritante-
Plaga: Zancudos, mosquitos.
Querencia: Sitio donde está el potrero (establo) de la bestia.
Sabana: Pampa, llanura venezolana.
Sute: Muchacho, joven
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