miércoles, 4 de junio de 2014

CUATRO ANÉCDOTAS DE LA ABUELA,

o recuerdos de mi niñez…



Con los años se pierde un poco la capacidad de aprender y se olvida el hecho recientemente ocurrido… más el recuerdo antiguo se aviva… los olores te recuerdan situaciones que viviste… con el recuerdo de alguien se vienen a tu mente momentos ya olvidadas…  Quiero dejar acá algunas historias (¿cuentos?) que narraba mi abuela “Ernestina Contreras viuda de Vegas” (como ella se firmaba)…
Verdades o consejas que espero les diviertan…
ABUELA CON LAS GALAS DE LA ÉPOCA


Por: J. W. de Wekker Vegas.


1 - LA ABUELA SOLDADO:

La abuela Ernestina era una gocha de pelo en pecho, fue una de los siete hermanos que sobrevivieron en la familia de Nepomuceno Contreras carpintero de San Antonio del Táchira… 

Durante  la invasión al Táchira en 1901 por Rangel Garbiras con un ejército de 5.000 colombianos ella peleó en primera línea usando un viejo “Máuser” de doble acción, acompañaba a las mujeres de San Antonio del Táchira quienes defendieron  la frontera retrasando a los “Reinosos” (como ella nombró siempre a los colombianos), a la espera de los hombres, que venían desde San Cristóbal y quienes luego hicieron retroceder a las tropas colombianas a Cúcuta.

Fueron las mujeres las primeras que salieron a defender la tierra patria de la invasión extranjera…  Nos contaba que echó el plomo parejo y nos narraba que el viejo fusil se le encasquillaba a cada momento, y que para que el recule del máuser no la tumbara se afincaba a una hamaca tensada bajo sus axilas sostenida entre dos estacas y una tercera, en horquilla, le servía de mampuesto… 

De este episodio se conoce poco (o nada) y sería interesante que los acuciosos historiadores, dejaran a un lado su machismo, y reivindicaran esa parte que jugaron las mujeres en la historia de aquella época de alzamientos e invasiones. Colombia en era, para aquellas fechas, el refugio de los venezolanos patriotas alzados, pero también habían apátridas, pichones de Malinches, como Garviras quien pacto con el gobierno colombiano para invadir a Venezuela.

2 - BARTOLO TRÁEME EL CAYUCO:

La abuela estaba recién casada ya, pero su hombre “el Negro Vega” un falconiano de los bravos  “hombre de a caballo”  andaba tras el “cabito” Castro desde la invasión del 1899 (Revolución Liberal Restauradora) en aquel huracán político que inaugura el siglo XX. 

Las familias gochas se conocían todas, ya que los de La Mulera, Capacho Viejo y Nuevo, Quiquinea, San Antonio, San Cristóbal, u otras poblaciones tachirenses, se ligaron por parentesco consanguíneo o padrinazgos…  Parientes y compadres fundaron y compartieron una época y un país por más de 30 años e hicieron de Venezuela su hacienda; y dentro de ésta se protegieron entre sí como lo hacían en las haciendas de las tierras que los vieron nacer…

Mi abuelo, el “Coronel”  Cornelio Vega (quién al “civilizarse” en la capital cambia si apellido a “Vegas”), contaba que se había ganado sus galones ”jediendo pólvora, y jalando machete”, tuvo buenos contactos con Castro a quien le sirvió originalmente pero luego le fue fiel a J. V. Gómez hasta su muerte. El abuelo muere en batalla  durante el segundo decenio del 1.900  en una contienda contra soldados del entonces difunto Mocho Hernández  por los alrededores de Chaguaramas en el norte del Guárico… 

Por 1908 y siendo el presidente del Estado Zulia José Ignacio Lares Baralt, lo trasladan a Maracaibo a una guarnición marabina. El Negro Vega como buen guerrero de la época era aficionado a todo embotellado de más de treinta grados de alcohol…

Por aquellos años (y hasta hoy) existía en el Zulia la leyenda de Bartolo y el Cayuco, que básicamente era la siguiente:

CORONEL CORNELIO VEGA(S)
(*) “La leyenda hace mención a que el patrón de cierta piragua, anclada en aquel puerto, bajó una noche a tierra, y al despedirse del muchacho que lo trajo le dijo que estuviera oído alerta para que cuando viniera de regreso de su excursión lo llamara y no le hiciera esperar con el cayuco. Más tarde el marinero que partió sólo, y a paso mesurado, volvió a toda carrera y con dos hombres, como dos perros furiosos, pisándole los talones y casi pinchándolo con las peinillas.

¡Bartolo! ¡Bartolo! ¡El Cayuco! rompió a gritar desesperadamente el patrón, pero a pesar del angustioso llamado cada vez más frecuente, el muchacho no le escuchaba, pues dormía como una piedra.

Convencido de la inutilidad de sus gritos, acorralado entre el hierro y el agua, el marino se precipitó lago adentro, como una tromba, desapareciendo en las aguas.

Su cadáver jamás apareció, pero su demanda de socorro, su clamoroso movimiento, resuena todavía en las noches oscuras por aquella parte del litoral, llenando de temor los corazones y haciendo aullar lastimeramente a los perros del vecindario ¡Bartoloooo! ¡Bartoloooo!, traéme el cayuco.”

No sé si mi abuelo conociera o no la leyenda, pero un día, durante una de esas ventoleras del lago se encontraba libando un buen aguardiente, estaba bastante pasado de copas y al escuchar el ulular del viento le pregunta a uno de sus edecanes “¿qué es eso?”... Este le contesta “es el patrón pidiéndole el cayuco a Bartolo”; mi abuelo en medio de su rasca no tiene mejor ocurrencia que mandar a tocar zafarrancho de combate, montar en su corcel (él siempre usó mulas) y hacer una carga de caballería al lago… De más está decirle que fue una carga de un solo hombre que terminó con la tropa sacando medio ahogado al abuelo y tratando de despegar la mula de un endiablado barrial…  La tomadura de pelo (mamadera de gallo) acompaño a mi abuelo hasta el fin de sus días…

3 - EL FENÓMENO DEL CORONEL.

Antes de continuar estas historias quiero narrar otras cosas sobre el Zulia: de Maracaibo y sobre Eustoquio Gómez; este último primo de Juan Vicente Gómez y un sicótico asesino:
“(**)  Para el año 1908 Eustoquio estaba preso en “La Rotunda” cumpliendo una condena de 15 años. Tras asumir Juan Vicente Gómez el poder después de la traición a Castro, es liberado y recibe el cargo de jefe del Castillo de San Carlos de la Barra en el Estado Zulia, utilizando por este tiempo el nombre de «Evaristo Prato».

El dictador Juan Vicente Gómez convirtió el castillo de San Carlos en una prisión para sus adversarios políticos. Los presos políticos llevaban grillos y pesadas barras de metal en los pies. Eran sometidos a torturas y a una vida infrahumana. Al poco tiempo comienzan los abusos de este criminal quien montaba a los prisioneros en gabarras y tirándolos luego al Golfo de Venezuela para ser pasto de los tiburones; llegándose el caso de “vender” prisioneros los cuales fueron enviados como esclavos a trabajar en la construcción del “Canal de Panamá” el infame trato dado a los prisioneros del castillo provocan un levantamiento general que lo obliga a refugiarse en Maracaibo (1909).”

En ese año de 1909 coincide el angelito de Eustoquio con mi abuelo en la ciudad de Maracaibo y no sé por qué razón éste hacía labores policiales, lo cierto es que mandó a recoger con la tropa de mi abuelo a un grupo de homosexuales en cierta zona de la ciudad donde parece que abundaban para esa época…

Los gay para aquellos tiempos no solo eran raros sino que escasos, no porque no los hubiese, sino que por la xenofobia reinante debían esconder muy bien su condición… o sea que el “grupo” recogido no fue mayor de 10 individuos… La orden, recibida, era entregárselos a la policía, pero uno de ellos le suplicó a mi abuelo que lo salvara, gritaba que si lo hacía, él le serviría en lo que quisiera… Lo cierto que el abuelo, como signo de gracia, lo asignó como ayudante del cocinero en el cuartel, más porque el cocinero que tenía era malo que por otra cosa…

Me contaba mi abuela que el resto de los detenidos les hicieron el paseo en gabarra al centro del lago y o los hundieron con la gabarra  por orden expresa de Eustoquio. Esto último no he podido confirmarlo documentalmente, pero he aprendido a confiar en las historias que de niño me contaba la abuela, por lo tanto asumo que pudo haber sido cierto.

Al dejar Maracaibo mis abuelos, y antes de nacer mi primera tía, se mudan a Caracas,  a la ya de moda  parroquia de La Pastora (Torrero a Negro Primero) y se traen a Caracas a su gay maracucho… quien con delantal de bordados y luciendo un bigotico de la época hacía el servicio de adentro en la casa de los abuelos (quienes son ya los “Vegas Contreras”).  Este personaje sobreviviente de la masacre ordenada por Eustoquio Gómez  fue durante unos años una “atracción” ante los Generales y Coroneles gomeros, “hombres de tabaco en la vejiga, machos machotes de pelo en pecho”, ¡Joder!…

El sale de la familia al mudarse esta a Cumaná antes de nacer mi tío, se dice que se fue a las Antillas y nunca más se supo de él. (Conservo en alguna parte fotografías de personaje las cuales al encontrarlas adornarán este artículo.)… Naturalmente aquella fue una época donde la xenofobia era natural en el comportamiento, y se puede decir que hasta obligatoria, y estoy seguro que a muchos de los que vivimos eso nos resulta incomprensible…

Otra historia salía mucho en las conversaciones en la familia era una que contaba el General Gabaldón (sus vecinos en La Pastora) sobre el Sr. R. Betancourt y el Sr. G. Barrios “jugando al médico” dentro de un chinchorro en la isla de Curaçao, pero esta no la coloco acá ya que no es maracucha y los muertos, aún tienen dolientes…

4 - MI TÍA GUAJIRA

Era mi tía mayor… Mi abuela tuvo tres hijos y a Felicia, tres mujeres y un varón… Mi tía “Lisvia” quien era muy blanca como la abuela y pelirroja con tintes, mi madre (Rosita) morena como mi tío (Cornelio) estos últimos salieron al “Negro Vega”, y mi tía (Felicia) una india guajira… Entre los cuatro conformaban la síntesis del venezolano: “Una raza de bronce, níspero y cocuiza… de mazapán y de greda… una raza sin manchas laborada sin prisas” como una vez dijo el poeta Manuel Vicente Magallanes.

Felicia tenía un triste origen. Contaba solo con cinco a seis años cuando mi abuelo se la compró por 20 pesos macuquinos (unos 80 Bs) a unos tipos que se la habían robado en la Guajira… Gruñía, pateaba y arañaba llena de desesperación cuando arriba a la casa; pero la paciencia y el amor de la re-tía (Angelina) quien era maestra de primeria domaron a la fierecilla. Angelina  le enseña las primeras letras, y todo lo que era la educación rural de la época. Felicia llegó a ser muy culta (autodidacta) y hablaba bastante bien el francés que lo había aprendido de sus “hermanas” menores quienes habían estudiado con las monjas del San José de Tarbes en Valencia… 

Esta niña representaba en cierta forma “la criada” normal de aquella época, figura que sobrevive hasta bien entrados los 50’s y principios de los 60’s del siglo XX, niñas pobres regaladas o compradas para que fuesen como esclavas de familias de clase media. Pero Felicia en casa de la abuela asumió la figura de la “hermana mayor” y ayudó a levantar a mi madre y a sus dos hermanos como la mayor de ellos…

La encuentro en mis primeros recuerdos por los 50’s… Por esos años (ya con 52 o 53 abriles) ella y su hijo convivieron con nosotros en la casa porque había enviudado  recientemente y quería reordenar su vida…  Yo la veía como la figura que dominaba la familia, era mandona y organizada todo lo de la casa ya que tanto mi madre como su hermana trabajaban, y mi tío vivía con su familia en Maracay… En fin, todos le hacíamos caso.

Cuando nos mudamos a Los Teques desapareció de nuestra vista, y sólo la volví a ver ya muy anciana, en una de mis idas a Maracaibo, había reorganizado su vida en el estado que la vio nacer… Fue muy poco antes de su muerte, estaba enferma pero muy lúcida rodeada de nietos y bisnietos. No tenía recuerdos de su familia original, me dijo que la única familia que tuvo siempre fue la nuestra; y me contó se enteró de su venta ya con 8 años de edad al hacer su primera comunión…

Felicia murió pocos días después.

Espero que este arrastre de lápiz, mueva a algunos a investigar lo que acá narro y aclare la veracidad o no de lo contado… Ya que no soy dueño de la autenticidad, sino quién como un Juglar del Medioevo solo repite lo escuchado…

Por JotaDobleVe
13/04/2013

(*) Descripción tomada de: Zulia turística (mitos y leyendas zulianas)

(**) Los datos así indicados me fueron suministrados por el Grupo de Facebook “Maracaibo...ciudad de costumbres.” El cual gustosamente me ha asesorado para escribir esta parte de mis recuerdos de la infancia; sin su ayuda en hechos, localizaciones y fechas no hubiese podido hilvanar mis recuerdos.

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