o una historia como muchas…
Por: Guillermo Sáez Álvarez.
Sentados en un banco, en el jardín, Gunther Rudolf y su hija Úrsula Sabina Rudolf, hablaban mientras miraban las hermosas flores que tanto trabajo y tantos años de dedicación les había costado. Aparte de las flores, hortalizas y otras cosas, también había restaurant, clases de yoga y elaboración de alimentos artesanales, pan integral y tortas por encargo. Todas esas cosas atraían a muchos amigos amantes de la naturaleza que a diario nos visitaban.
“Úrsula -decía Gunther a su hija- ya es tiempo de que descansemos. Ya estoy viejo y cansado, y tú también debes estar cansada. Te propongo reducir un poco el trabajo. Yo estoy cerca e los 84 años, y tú, aunque mucho más joven que yo, también debes sentirte cansada No te digo que nos retiremos del todo, pero vamos a reducir La jornada diaria y hacer almuerzos solo los sábados. Publicaremos los menús los días miércoles en nuestra página de Facebook y estoy seguro de que nuestros amigos y clientes comprenderán.”
Úrsula se quedó pensativa un rato y respondió: “estoy de acuerdo, padre, pero habría que reducir un poco el personal y eso me duele, pero tendremos que hacerlo y estoy segura de que ellos, o quien sea que tenga que irse también comprenderá. Hoy mismo hablaré con el chef y Valentina y me quedaré con María para que me ayude en la cocina. A cambio, buscaré otra persona para que atienda las calas, que aunque han estado un poco tristes por una bacteria que les ha caído, aún son una atracción.”
Estuvieron otro rato hablando, mientras Gunther recordaba los tiempos de la guerra, y cómo tuvo que ayudar, apenas con 15 años de edad, a sus padres en el campo a causa de la destrucción de Berlín y la librería que fue quemada durante la invasión.
1945 ALEMANIA
A comienzos del mes de abril de 1945 los rusos estaban sobre Berlín y todos los que pudieron, abandonaron la ciudad precipitadamente buscando lugares más seguros, mientras pudieran hacerlo. La invasión era inminente y los rusos iban con todo su armamento pesado, mientras los alemanes les hacían frente sabiendo lo que les esperaba. Hitler estaba completamente fuera de sí y lanzaba sus hombres a ataques suicidas. Los rusos literalmente pasaban sobre los edificios para evitar emboscadas en calles rectangulares y anchas dejando a su paso muerte y escombros. La abuela de Úrsula tenía una librería en Berlín que fue incendiada por los rusos, dejándola completamente arruinada. Ese mismo año murió su abuelo que trabajaba en la policía alemana. Su padre, Gunther tenía apenas 15 años, teniendo que dedicarse a ayudar en los años siguientes en labores agrícolas para subsistir. La abuela paterna de Úrsula murió a los 85 años. De sus abuelos maternos poco se sabe.
En esos momentos, ya Hitler estaba convencido de su derrota y contrae matrimonio con Eva Braun a finales de abril, y el día 30 se suicidan juntos disparándose un tiro en la cabeza. Los alemanes no quieren dejar rastro que les sirva de trofeo a los rusos, y rocían los cadáveres con gasolina prendiéndoles fuego. Lo mismo hace Gobbels y otros jerarcas alemanes. Finalmente los rusos toman varias ciudades a lo largo del río Oder, llegando a avanzar 40 kilómetros por día, hasta hacer rendir incondicionalmente a la Alemania Nazi a las manos del General Wheling.
El destino de los Rundolf también había quedado sellado y durante varios años se dedican a la agricultura para no morir de hambre.
Se dice que más de 500 mil mujeres fueron violadas; algunas muchas veces, otras 10 mil se suicidaron, mientras los supervivientes fueron víctimas de vejámenes y toda clase de malos tratos, ya siendo los rusos dueños y señores, obligando a millares a emigrar a otros países en barcos repletos.
Ya por los años 55 y siguientes, varios millones se habían marchado hacia países como Argentina, Brasil, México, Venezuela en busca de una vida nueva. El destino era América.
Gunther Rudolf era ya un hombre de 25 años y había decidido su destino. El era un autodidacta, pues se había formado por sí mismo una cultura a base de estudio y estaba seguro de defenderse en cualquier país y en cualquier circunstancia.
El había escogido Venezuela por ser éste un país petrolero y con gran futuro.
Ya cercano el año 1957, se adelantó al resto de su familia y aprovechó que por esos años el mandatario de Venezuela, Gral. Marcos Pérez Jiménez tuvo necesidad de mano de obra calificada y un día cualquiera se marchó, comprometiéndose a traerse al resto de su familia al año siguiente.
Y fue así como Gunther Rudolf llegó un día al Puerto de La Guaira en un barco lleno de inmigrantes de diferentes nacionalidades; italianos, portugueses, canarios y alemanes dispuestos a trabajar.
VENEZUELA 1957-58 GUNTHER RUNDOLF Y URSULA
Habla Ursula: “La primera tarea de mi padre fue buscar un buen trabajo que tuvo la suerte de conseguir en SIEMENS, sucursal de la Compañía en Caracas, donde permaneció 5 años trabajando como electricista. Al cabo de esos 5 años se retiró y con sus ahorros, montó una pequeña fábrica de plástico industrial donde hacía moldes para tiza e inventó un pegamento parecido al Soldimix.”
Ursula habla de su nacimiento: “Yo nací en Caracas, en la CLÍNICA CAURIMARE en Bello Monte. Ya mi padre tenía 5 años trabajando en la Siemens. Cuando estuvimos en edad de estudiar, mi padre nos inscribió en el Colegio Gloria Fénix que quedaba al lado del Urológico San Román. Allí estudiamos la primaria. Del primero al tercer año de bachillerato lo estudiamos en el Liceo Humboldt, y el cuarto y quinto, estando ya en Porlamar. Olvidé decir que vivíamos en un pueblito cercano a San Antonio de los Altos durante el tiempo que estuvimos en Caracas.
Mientras vivimos en Caracas trabajé en una Empresa Aduanera llamada TAUREL durante 3 años como Secretaria Ejecutiva bilingüe. Fueron ellos los que nos ayudaron a traer las plantas de Holanda y Alemania. Al cabo de ese tiempo renuncié. Ya estaba obstinada de trabajar en un sitio donde me sentía incómoda y no me llevaba bien con mi jefe, así que tuve que tomar esa determinación.
En realidad, quizás lo que sentía era ansiedad por viajar a Margarita, pues las matas de cala habían llegado a Santa Ana en potes pequeños y había que dejarlas echar raíces antes de ser trasplantadas a viveros grandes para que se desarrollaran y crecieran.
Pero antes de venirme a Margarita cometí un error, y fue casarme y venirme con mi esposo a la isla.
Llegamos a la casita donde hoy vive Virginia y yo tenía una hija de 8 años de edad, aparte de mi esposo
La casita, que había sido construida por un alemán casado con una colombiana, que trabajaban para mi padre, estaba hecha un desastre; cuando llovía se inundaba, el piso era de cemento y el lavamanos estaba afuera. Tuvimos que reconstruir todo para hacerla más o menos decente y habitable. La parte exterior era monte, y no el jardín que es hoy.
Los problemas no iban a terminar ahí. Apenas estaban comenzando. ¿No sé por qué razón mi hija se puso en mi contra?, y convenció a su padre para que se la llevara, pues según ella, yo y que tenía un amante que además era traficante de drogas. Su padre se tragó la mentira y un día inventaron que se iban a la playa por unos días y jamás volvieron. Podrán imaginarse mi angustia y desesperación por aquel secuestro. Lógicamente era el fin de un matrimonio que había durado 2 años.
Aún falta la historia de cómo llegamos al sitio donde vivimos hoy en día.
Como hay bastante que contar, prefiero comenzar por el principio.
A mi padre no se le quitaba la idea de conseguir un lugar para vivir, donde al mismo tiempo pudiéramos dedicarnos al cultivo de flores y hortalizas, así que antes de venirnos a Margarita iniciamos una búsqueda por toda Venezuela. Estuvimos en muchos lugares bellos, visitamos sitios con hermosas playas, exuberantes palmeras, ríos caudalosos y grandes y fértiles campos, pero mi padre aún no estaba satisfecho. Ese tour duró unos meses, y un día, hace ya 37 años nos vinimos a la isla. Algo que contribuyó mucho fue la noticia que recibió mi padre de que las plantas importadas habían llegado a Santa Ana y se encontraban en un vivero en pequeños potes. Más que alegría, fue entusiasmo. Desde un principio a todos nos gustó la isla y mientras hacíamos escala en Santa Ana, nos dedicamos a buscar un lugar apropiado.
Yo tuve que viajar de nuevo a Caracas para arreglar algunos asuntos legales a causa de mi divorcio, mientras mi padre se quedó buscando.
Me cuenta que uno de esos días, pasando por la población de Tacarigua, vio unas tierras no muy altas pero que parecían vírgenes, pues estando tan cerca del pueblo no había ninguna construcción y decidió averiguar si tenían dueño. Le informaron que sí y decidió hacer una inspección junto con los dueños. En realidad eran monte y culebra pero aptas para el cultivo. Adquirió unas 15 hectáreas a muy buen precio en un sitio que le gustó e inmediatamente hizo las gestiones para cercar.
Cuando me llamó y me dijo muy alegre que había comprado 15 hectáreas en Tacarigua, les confieso que no me alegré, más bien me preocupé pues mi padre era capaz de comprar cualquier cosa con tal que le gustara para sus fines.
Cuando vi las tierras, lo primero que le pregunté fue: ¿Hay agua? El me respondió que no pero sí muchas posibilidades de encontrar y que no me preocupara ya que él sabía cómo por su experiencia.
Hubo que contratar un Rabdomante o zahorí que son las personas que buscan agua utilizando 2 varas que al oscilar puede detectar la presencia de agua subterránea, es una rama de la radiestesia que en realidad es una ciencia. El rabdomante o zahorí dijo haber aprendido este arte con los Jesuitas o Franciscanos. El convenio fue el siguiente: la mitad por adelantado de lo que cobrara y la otra mitad si se conseguía agua. El resultado fue positivo; había 3 sitios con probabilidades de encontrar agua.
Se escogió uno, pero había que perforar y en la isla era difícil conseguir expertos en ese tipo de trabajo. Los trabajadores que consiguieron no pudieron hacerlo, y se les rompió una mecha a 100 mts. de profundidad. Fue necesario traer de Caracas a unos Armenios que profundizaron hasta 137 mts. ,el pozo más profundo taladrado en la isla.
Se pudo bombear agua, pero hubo necesidad de construir varias represas pequeñas de manera que el agua no cayera al pueblo, y circulara lentamente y quedara almacenada para su uso. A mi madre le disgustaba mucho tener que quedarse sola cada 15 días, pues Gunther viajaba con esta frecuencia, tratando de vender la fábrica de plástico.
Gunther mismo tuvo que construir los postes para conducir electricidad de 13 mil voltios, ya que era necesario utilizar transformadores a 220 volt. y la Compañía de Electricidad nos dijo que era problema nuestro, de modo que hubo que cubrir ese gasto.
El siguiente paso fue construir la infraestructura, (galpones, viveros.etc) necesarios para vivienda, restaurante, cocina, cercas, etc.
El paso final sería esperar que las plantas crecieran y brotaran las flores, (calas blancas, amarillas, anaranjadas, rojas) bromelias y otras flores y plantas que se daban espontáneamente. Todo funcionó como se esperaba y pudo anunciarse la inauguración de lo que se llamaría EL JARDÍN DE SABINA en honor a Úrsula Sabina Rundolf y su esposo, Gunther Rundolf.
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El presente trabajo fue redactado por Guillermo Sáez Álvarez, gracias a la colaboración de Úrsula Sabina Rudlof y los e-mails enviados con regularidad al autor, durante los meses de enero y febrero del presente año. Actualmente se publican en FACEBOOK los días miércoles de cada semana, los menús que se sirven los días sábados a nuestra clientela.
Por: Guillermo Sáez Álvarez.
Porlamar, 9 de febrero de 2014.
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