o, más recuerdos de juventud…
"La reminiscencia es potencia de la imaginación cuando ésta reconstruye las figuras de la memoria que se han perdido o desfigurado, a partir de lo que queda".
Por: Guillermo Sáez Álvarez
Aunque haya hablado del Parque Sanabria, situado de Guanábano a Amadores; a mitad de camino, hay una urbanización de casas-quintas a ambos lados y muchos árboles. También hay algunas cosas que por olvido se quedaron en el maletín de los recuerdos.
Éramos un grupo de muchachos que en los ratos libres nos citábamos en el parque para hacer deporte, charlar y pasar el rato lo mejor posible, y, por supuesto, molestar a los vecinos que en ocasiones llamaban a la policía, pero cuando esta llegaba, si acaso iba, ya habíamos escapado hacia la quebrada de Catuche
El mayor de nosotros era el “Tuerto” Núñez, de 27 años y quien siempre estaba sentado a la sombra de una ceiba con un libro en las manos “y que” estudiando y no participaba de nuestros juegos el “Tuerto” Núñez tenía un empate que vivía cerca del cuartel San Carlos y él la llamaba “La trozo”.
El grupito estaba formado por Francisco Arévalo (a) El Colombiano, Jesús Peñaloza, Francisco Sáez (mi hermano), “El Americano” (no recuerdo su nombre) Ochoa, Gastón, el “Tuerto” Núñez, Pedro Molina y este servidor.
En la casa que hacía esquina vivía Guido Mejías y familia quien no participaba en nada con nosotros porque era de la “High”. Pero El Colombiano cada vez que se metía en un lío y le preguntaban su nombre, el respondía: “Guido Mejías” para joderlo.
Y no lo van a creer si les digo que afuera, en la acera de enfrente vivía nada más y nada menos que Alfredito Alvarado, (el rey del joropo y asaltante de bancos), pero parece que se entendía bien con los agentes del orden por su labia que convencía a cualquiera y en una o dos ocasiones habló con nosotros.
Antes de contar una anécdota bien buena y que pudo salirnos caro voy a hablarles de los deportes que practicábamos y en qué sobresalía cada uno. Gastón por ejemplo ha podido ser pitcher en las Grandes Ligas, pues lanzaba la Wilson desde el fondo del parque ( unos 100 Mts.) hasta el techo de la casa donde precisamente vivía Alfredo Alvarado…una pelusa, pues.
Francisco era el campeón de boxeo, y quien se ponía los guantes para pelear con él, solo lo hacía una sola vez, después del KO fulminante que le propinaba, así que por unanimidad lo declaramos campeón vitalicio, aunque sí podía ser entrenador.
Y aquí viene la anécdota: una vez, jugando a los vaqueros, nombramos a un sheriff, y sus ayudantes, mientras otros eran los bandidos. Uno de los “bandidos” era un carajito como de 12 años, que por “matar” a uno de los “buenos“ y lo condenamos a morir ahorcado. Pata cumplir la sentencia le atamos una soga al cuello, lo montamos en una lata de leche, y pasamos el otro extremo de la soga por la horqueta de un árbol para fingir la ejecución. Mientras tanto, el otro extremo de la soga lo amarramos a otro árbol cercano de manera que quedara templada. De repente alguien gritó: ¡LA POLICIA, LA POLICIA!... Y pegamos todos la gran carrera, olvidándonos del carajito, quien del susto volteó la lata y quedó guindando por breves instantes mientras los vecinos lo auxiliaban, pero le quedó la marca en el cuello y se armó una sampablera, llegó la policía de verdad-verdad y culparon a mi hermano Francisco que había huido hacia la quebrada de Catuche. Mis padres tuvieron que salir en su defensa y convencer a la policía de que al carricito no le había pasado nada y fue solo un accidente pero no hubo mala intención, por supuesto. Era solo un juego, pero que ha podido salir bien caro.
Bueno, todo esto es cierto, pero en aquella Caracas de los techos rojos también había juegos pesados.
- SERA HASTA LA PROXIMA VEZ-
Por: Guillermo Sáez Álvarez,
junio 2014.
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