martes, 24 de junio de 2014

EL DOCTOR KNOCHE Y LAS MOMIAS DEL ÁVILA,

o la historia secreta del Waraira Repano...


El sector Canoche, del cerro El Ávila, debe su nombre al doctor Gottfried Knoche, el médico alemán que en el siglo 19 construyó en la montaña una casa que se volvería mausoleo a medida que iban muriendo los miembros de su familia, a los que embalsamaba mediante una fórmula química secreta. Hoy, de las famosas momias no queda nada, de la residencia y las tumbas sólo escombros. Pero, ¿qué sabemos del doctor, de cuyo nacimiento se cumplen 200 años?
Gottfried Knoche


UN MÉDICO AVENTURERO

Gottfried Knoche nació el 17 de marzo de 1813 en la ciudad de Halberstad, Sajonia, en todo el centro de Alemania. Era un territorio que aún no se consideraba nación. Había atravesado varias guerras religiosas por ser la cuna de la reforma protestante emprendida por Martín Lutero. El Gran Imperio sacro Germánico ya estaba   herido cuando Napoleón vino a darle el golpe de muerte. El mismo año del nacimiento de Gottfried (Godofredo) hubo la famosa batalla de Leipzig, tras la cual el emperador francés consolidó su dominio.

Gottfried, tal vez buscando mejores condiciones de desarrollo intelectual, se fue al sur del país. Friburgo de Brisgovia es la más meridional de las ciudades alemanas famosa, además de ser la entrada a la Selva Negra, por su universidad fundada hace más de 500 años. Hacia 1837 se graduó de médico cirujano, lo que hace suponer que la familia de Knoche era de recursos económicos. Trabajó en el hospital de la misma universidad hasta 1840, cuando decidió emigrar, él solo, a Venezuela. ¿Qué lo llevó a tomar tal determinación? ¿Tuvo algo que ver la intolerancia religiosa o el ambiente de guerra que se respiraba?

Pudo haber influido en la determinación del joven Godofredo la lectura de Humboldt. El gran científico alemán estuvo de viaje por nuestras tierras de 1799 a 1804 y escribió los resultados de sus observaciones e investigaciones en el tratado Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Mundo, publicado en París en 1807. Allí hay una descripción del Ávila, done subió, guiado por el joven poeta Andrés Bello, el 1º de enero de 1800. Acaso influyó en su decisión posterior de venir a Venezuela y de vivir en la montaña.

DE FRIBURGO A LA GUAIRA

Knoche emigró de Alemania a Venezuela en 1840 para domiciliarse en La Guaira y atender a la población de alemanes establecida en ese entonces en el litoral, donde refundó el Hospital San Juan de Dios, entre 1854 y 1856, que quedaba al lado de la iglesia San Pedro Apóstol.

Una vez establecido en La Guaira decide traer a vivir a su esposa y las niñas, Josephine y Amalie Weissmann, quienes al parecer eran primas suyas, y más tarde serían sus enfermeras y ayudantes. Ejerció como doctor en esa ciudad y se ganó la fama de persona caritativa, al atender a pacientes pobres sin cobrar, además de su incansable lucha contra la epidemia de cólera que asoló la región en esos años. En 1845 obtuvo la revalidación de su título por parte de la Universidad Central de Venezuela, durante el gobierno del general Juan Crisóstomo Falcón.

Amante de la naturaleza, durante sus primeros tiempos en La Guaira solía hacer largas excursiones a caballo hasta las montañas de Galipán. La perspectiva fascinante que ofrece el Litoral desde las alturas del Picacho y su fresco clima debieron ejercer en él fuerte atracción. Finalmente en un sector conocido como el Palmar del Picacho, cerca de Galipán, Knoche adquirió una antigua hacienda cafetalera y construyó allí su mítico hogar, la Finca Bella Vista (o Buena Vista).

Edificó una casa al estilo de la Selva Negra alemana, dotada de un gran salón, revestido de madera, con su chimenea. Casi todo el material fue transportado desde La Guaira a lomo de mula. Las habitaciones estaban dotadas de amplios ventanales que daban al mar. Personas que conocieron aquella posesión a fines del siglo 19, elogiaban el buen gusto con que estaba decorada. Luego se mudó de forma definitiva, con el pretexto de que su esposa no soportaba el calor guaireño. Ella finalmente se regresaría a Alemania y no se sabría más de su vida.

El mausoleo y el laboratorio

LA LEYENDA DE LAS MOMIAS

Además de la casa, Knoche mandó edificar un mausoleo y un laboratorio. En sus instalaciones tuvieron lugar los experimentos que lo convertirían en un personaje de leyenda. Y es que el doctor tenía interés en desarrollar un método para preservar los cuerpos después de la muerte y a ello dedicó años de investigaciones. Knoche empezó a experimentar fórmulas de momificación con cadáveres no reclamados de la guerra federal, que subía a caballo desde el hospital San Juan de Dios.

Su interés era desarrollar una fórmula que se inyectara en el torrente sanguíneo y conservara al cadáver sin necesidad de extraer sus órganos. La composición exacta de esta sustancia nunca fue descubierta. Así, el doctor momificó varios cuerpos. Algunos los colocó en las afueras de su casa, a modo de centinelas, para ahuyentar a los intrusos.

Enterados de las virtudes del misterioso líquido embalsamador de Knoche, los familiares de Tomás Lander, distinguido hombre público de la Caracas del siglo XIX, fundador junto con Antonio Leocadio Guzmán del periódico El Venezolano, solicitaron al médico que momificara el cuerpo de su deudo. Una vez concluido el proceso, con el cuerpo ya vestido y maquillado por sus familiares, sentaron a Lander en un escritorio a la entrada de su casa. Allí estuvo durante 40 años, hasta que el gobierno de Antonio Guzmán Blanco exigió a los descendientes del difunto que enterrasen a la momia. Un presidente de Venezuela, Francisco Linares Alcántara, también fue momificado por el médico alemán. Igualmente, momificó sus perros y los convirtió en guardianes de la entrada del mausoleo.

Para la llegada de su propia muerte, Knoche había previsto que fuese la enfermera Amalie Weismann la encargada de suministrarle el suero momificador. Knoche falleció el 2 de enero de 1901. Amalie presumiblemente cumplió la orcen y el doctor reposó junto a sus familiares en uno de los nichos que había mandado construir. Parece que los últimos visitantes de Bella Vista, tras el fallecimiento de Amalie, fueron el cónsul alemán Julius Lesse y un tal Carlos Enrique Reverón, quienes echaron las llaves al mar.

Bella Vista quedó abandonada por años. El monte empezó a cubrirlo. El lugar fue saqueado por buscadores de tesoros y estudiantes de medicina que intentaban descubrir el secreto de la fórmula embalsamadora. Uno de ellos jura que quiso aserrar un hueso y la segueta se partió. Algunas momias fueron robadas; otras, enterradas por órdenes del Ministerio de Sanidad en 1959.

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