viernes, 6 de junio de 2014

VIEJO SÁEZ,

O los cuentos de Pedro Rimales…

"El Viejo", por: Miguel Ángel Sáez
Miguel Angel Sáez

Por: Guillermo Sáez Álvarez

Mi tío Aquilino, a quien por cariño nos acostumbramos a llamar “Viejo Sáez”, casi nunca estaba en la casa, pues desde muy joven se hizo militar y pasaba largas temporadas fuera.

Estábamos por los años 40 y aún era teniente y cada vez que tenía un permiso lo pasaba en la casa de La Pastora.

Nos divertía a todos con sus cuentos de Pedro Rimales Y Juan Sin Miedo.

Uno de ellos era que como Pedro Rimales dormía mucho, su mamá lo despertaba y le decía:

- “Levanta, muchacho, que el que temprano levanta lo alaba el buen Jesús, su capital adelanta, y siempre goza de salud”, a lo que Pedro le respondía:

- “El que temprano levanta pierde parte de su sueño, su capital no adelanta y nunca sale de empeño”. Y así por el estilo.

Los de Juan Sin Miedo eran otra cosa, aunque siempre subidos de tono, con la ingenua Princesa a quien él engañaba con facilidad para meter el diablo en el infierno y calmarlo, ya se imaginarán cómo.

Al “VIEJO SAEZ“ le gustaba mucho la cerveza, cuando una media jarra costaba un bolívar y él se tomaba 10 todos los días.

Otra de sus locuras, era salir al patio como Dios lo trajo al mundo solo para orinar.

Como se imaginarán, era bastante gordo por su afición a la espumante rubia.

Estaba casado con Rosa Urrutia, con la cual tuvo varios hijos, y su domicilio normal era en Los Haticos de Maracaibo, para estar más cerca de donde servía como militar.

Cuando la caída del General Isaías Medina, ya había ascendido a Mayor, y estaba asignado a Ciudad Bolívar, y en medio de la confusión, pues muchos no estaban enterados de lo que pasaba, se limitó a defender su cuartel con la poca tropa de que disponía y fue hecho prisionero, y encerrado en un calabozo; según nos contaba él, con el agua a los tobillos, permaneciendo allí casi un mes, siendo liberado por su mal estado de salud.

Ya retirado de las Fuerzas Armadas, y decepcionado por la forma injusta en que fue tratado, según nos contó después, estuvo un tiempo junto a algunos compañeros que habían sufrido la misma suerte, de botiquín en botiquín calmando sus penas con una botella que, como es de esperarse, agravaron su salud, de por sí ya delicada y contrayendo una cirrosos hepática que la arrebató también la vida en el Hospital Militar donde ingresó como militar retirado.

Por supuesto, para nosotros, ya adultos, fue una pérdida muy dolorosa sobre todo, cuando recordábamos su buen humor, y cómo nos hizo reír con sus cuentos de Pedro Rimales y Juan Sin Miedo.

Por: Guillermo Sáez Álvarez,
11 de enero de 2014.



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