domingo, 22 de junio de 2014

MIS PRIMEROS 2000 AÑOS,

novela de G. Silvester y P.  Eldridge...


“No podía morir ni envejecer, el amor era suyo a lo largo de los siglos y en muchas tierras“
-carátula del libro-


Por: Guillermo Sáez Álvarez

Es la historia de "El Judío Errante", escrito por  George Silvester y Paúl  Eldridge. Es "un libro audaz y magnífico", según Thomas Mann.

CARTAPHILUS, o Isaac Laquedem,  (El Judío Errante) , es uno de los  soldados que están presentes durante la crucifixión del Mesías, lleno de odio y animadversión, se niega a prestar ayuda a Cristo, mientras éste lleva cargando la cruz.  Por eso Jesús le lanza una maldición: 

“Yo seguiré, pero tú errarás hasta que yo regrese “

Lo grotesco y lo divino, y lo incontestable, lo irónico y lo cruel son las variables fantásticas de esta obra.

Viviendo en diferentes épocas y diferentes escenarios a través de los siglos, primero ve  morir a su esposa, a sus hijos y a toda su descendencia muchas veces.  Es inmensamente rico, a veces pobre y otra vez rico, no tiene prisa, -pero no es feliz-

Conoce  y convive con Nerón, a quien aconseja incendiar a Roma.

Convive con Atila, conoce a Fausto y a Don Juan. Conoce a Casanova y tiene trato carnal con Salomé, su amor imposible.

Mis Primeros 2000 Años, es una obra literaria que no te puedes perder.

La leí hace muchos años, aunque hoy es casi imposible de conseguir.

Confieso que me hizo meditar mucho sobre el afán del hombre por vivir por siempre y siempre me pregunté: ¿Para qué?.

CARTAPHILUS nunca fue feliz  y Cristo lo sabía cuándo lo maldijo.  Paradójicamente, la muerte, a la que tanto tememos, es la liberación, es el descanso eterno, es el viaje sin retorno que a todos nos espera tarde o temprano.  Entonces, ¿Por qué temerle?...

CARTAPHILUS vivió  (¿vive?) un verdadero calvario. El calvario que nos depara la vida, la vida que se hace más difícil a medida que los años van pasando.

Vivimos la paradoja de un mundo ya superpoblado, un mundo lleno de contrastes, donde solo unos pocos tienen la riqueza  que le hace falta al resto de los mortales, cuando con esa riqueza bastaría para saciar el hambre que azota a millones de seres que mueren diariamente por un pedazo de pan , pero que sin saberlo alcanzan el descanso eterno.  Entonces surge la pregunta: ¿Si no fuese así, si fuéramos inmortales, la superpoblación, incapaz de producir alimento para todos, terminaría por matarnos por igual? Eso, si no nos matamos unos a otros como lo hemos hecho siempre y seguiremos haciéndolo. En consecuencia, la muerte es una ley universal: todo lo que vive muere.

Han pasado más de 2000 años
desde la muerte de Cristo, 
¿Andará por ahí CARTAPHILUS ?

Por: Guillermo Sáez Álvarez,
6 de septiembre de 2013


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